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Parthenope: Paolo Sorrentino se envenena de sí mismo (***)

El director italiano completa su pelcula ms desordenada, incmoda, condescendiente en extremo y feliz en cada unos de sus muchos errores. Y, pese a todo, hay que quererla

En el orden natural de las ciudades italianas y del mundo, Npoles es la ms sucia y la ms bella, la ms ruidosa y la ms armoniosa, la ms locuaz y la ms triste. Se dira que vivir a los pies de un volcn amenazante y activo hace coincidir la ceniza con la sangre. Si se mira de cerca, Npoles es una ciudad empapada de muerte y, por ello, entregada a la vida. Desde las calaveras amontonadas en el Cimiterio delle Fontanelle que asustaran tanto a Ingrid Bergman en Te querr siempre a los callejones diminutos de los Quartieri Spagnoli con pintadas de Maradona y olor a pis, pasando por el semen salvfico, iluminado y sucio detenido en los leos de Caravaggio o la sangre a la vez viva y petrificada (dependiendo de si hay o no milagro) de San Genaro, todo en Npoles se antoja un homenaje sagrado y profano a la vez a lo que, despus de brillar en un instante sublime de belleza, se desvanece. Para siempre. En Npoles los nios adoptan las calaveras perdidas de una pandemia remota y las cuidan, las limpian, las abrillantan y las colocan entre cojines de seda.

Y hablamos de Npoles porque la ltima pelcula de Sorrentino no es nada ms que Npoles. Recurdese, Parthenope es el nombre de la sirena que fue a morir en la playa a los pies del Vesubio. Digamos que el director completa junto a la autobiografa filmada Fue la mano de Dios un dptico de esa ciudad «triste y bella» (la ms bella y la ms triste del mundo) en la que la belleza camina al lado de la muerte. Se cuenta la vida de una mujer de nombre Parthenope desde su nacimiento hasta casi el fin, desde los aos 50 al ltimo Scudetto ganado por el equipo local. Aunque en realidad sera ms apropiado decir que lo nico que verdaderamente narra la pelcula es a s misma. Toda ella vive pendiente de la mirada, el cuerpo y lo ms ntimo de alma napolitana de su protagonista a la que da vida la recin llegada Celeste Dalla Porta. Y ah se queda a vivir. De verano en verano, de callejn en callejn, de tristeza en tristeza. Por la pantalla desfila un rosario perfecto de hedonismo triste y de libertad, de barroco infectado de ruido y de sexo, y de silencio. Dios, nos cuenta uno de los personajes, puso atencin y cuidado al crear la infancia, y se empe en que siempre fuera feliz. Luego, la verdad, trabaj sin prestar mucha atencin a su obra y al resto de las edades. Este es el espritu.

Sorrentino se entrega a una bacanal de s mismo sin el menor amago de pudor, sin freno, sin consideracin para nada ms que un mundo tan cerrado alrededor de l que se dira opaco y perfecto. Todo resulta tan ftil e imprescindible como la propia ciudad de Npoles; metfora de casi todo y alegora de un vaco que todo lo desestabiliza, lo llena de vida y, finalmente, lo pudre. Parthenope es como Jep Gambardella, pero al revs. Por ella pasa Npoles como pasaba Roma por el personaje de Toni Servillo en La gran belleza. Aunque en uno y otro, cada una de las ciudades pasa diferente, porque poco tienen que ver una con otra. l es cnico, desprendido, ajeno a un mundo que discurre por delante de los sentidos como una ensoacin de placer. Ella es independiente, comprometida y enferma de un mundo en el que el alma se alimenta de la carne y viceversa.

Cuesta navegar por la primera mitad de la pelcula detenida en la biografa de un personaje que nunca queda claro si es relevante de verdad o simple excusa. Y, por momentos, desazona. Y hasta cansa. E irrita. Demasiado Sorrentino. En un momento de la pelcula, uno de los personajes se pregunta qu significa ver verdaderamente. Ver, dice, es lo ms difcil, porque solo se ve con correccin cuando todo el resto desaparece. Y el resto es la juventud, la pasin y, por qu no, el amor. Hay demasiadas distracciones en Npoles para ver bien. Y, en realidad, eso es lo que hace la propia pelcula: aprender a ver, aprender a verse, despus de expurgar de la mirada todo lo que, en verdad, la hace posible. Ah est la contradiccin y ah, a su modo, el milagro; el milagro del cine, de la vida y, claro est, de la propia ciudad que nos ocupa.

El resultado es una pelcula desordenada, incmoda, condescendiente en extremo y feliz en cada unos de sus muchos errores. Pero es una pelcula que quiere y se empea en aprender a ver hasta que el caos, dentro del orden milimetrado de cada plano, se apodera del argumento. Es entonces, cuando Parthenope, de la mano de la genialidad Gary Oldman sobre todo cobra altura. Es entonces, cuando el tiempo, as sin ms, aparece tumbado al sol como el nico tema posible. Y es entonces cuando se ve, se ve de verdad, con correccin, y la sangre de San Genaro se licua para que el Npoles, por fin y ya sin Maradona, se proclame campen. A Sorrentino hay que quererlo.

Director: Paolo Sorrentino. Intrpretes: Celeste Dalla Porta, Gary Oldman, Stefania Sandrelli, Luisa Ranieri, Silvio Orlando. Duracin: 136 minutos. Nacionalidad: Italia.

Tiene gracia leer a Luis Martnez acusando a alguien de envenenarse de s mismo…