El sistema europeo avisó del riesgo de inundación en Valencia días antes de la dana, pero subestimó su magnitud

Un correo electrónico llegó a varias administraciones nacionales y autonómicas el pasado lunes 28 de octubre a las 7.23. Era una notificación del sistema europeo de alerta de inundaciones (EFAS, por sus siglas en inglés) que advertía de que las lluvias previstas en la provincia de Valencia podían desbordar ríos como el Turia, el Magro o la rambla del Poyo en menos de 48 horas.

El correo se remitió a la Confederación Hidrográfica del Júcar, al Ministerio de Transición Ecológica, al del Interior, a la UME y a la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias (este último organismo puede conectarse al sistema desde el pasado enero, pero no lo hace por no estar incorporado en sus protocolos, señala un portavoz).

Era la cuarta notificación en tres días sobre la zona del Júcar y del Turia, y el EFAS mandaría otra unas horas más tarde. En la semana previa al 29 de octubre, mandó correos similares también a los gestores de las cuencas del Segura, del Guadalquivir y del Guadiana.

Los triángulos y cuadrados señalaban puntos donde se preveían crecidas de los cauces en las siguientes 48 horas, con tres niveles de colores, de menos a más grave: amarillo, rojo y violeta.

La tarde del lunes 28 de octubre EFAS actualizó la predicción y amplió la magnitud del fenómeno previsto. El mapa mostraba entonces que al sur de Valencia y en la rambla del Poyo se esperaban desbordamientos fuera de lo común, crecidas de las que ocurren una vez cada 20 años. Aun así, las del martes 29 de octubre fueron mucho más brutales.

La siguiente tabla recoge las probabilidades de riadas que los modelos del EFAS anticipaban para el sur de Valencia antes de la dana y evidencia las limitaciones de este sistema: sirve como una herramienta de alerta temprana, pero su precisión a la hora de predecir la gravedad de las inundaciones, especialmente en cuencas pequeñas, es limitada. Para la rambla del Poyo, la probabilidad de una riada histórica (de cada 20 años) se calculaba en un 13% y en Sot de Chera, el pronóstico de desbordamiento era del 20%. En su punto de medición en Riba-roja, el Poyo duplicó su caudal previsto para una riada de una en 500 años.

El EFAS envía notificaciones cuando la previsión de inundación en una zona es significativa. Según el análisis de EL PAÍS de los datos públicos de este sistema, envía a países europeos entre 2.000 y 3.000 notificaciones por año. España ha recibido notificaciones por 1.300 episodios entre 2019 y noviembre de 2024.

Hay tres tipos de avisos: los más valorados son los denominados formales, porque permiten prepararse (se lanzan con un riesgo significativo de inundación de un río concreto y con más de dos días de antelación). Cuando no cumplen alguna de las condiciones previas se califican de informales, y cuando faltan menos de dos días para un episodio se envían notificaciones de riadas relámpago (flash) a una provincia entera.

La subdelegación de Gobierno de Castellón analizó en un informe de 2020 la calidad de todos los avisos de EFAS: “El porcentaje de aciertos respecto a las previsiones EFAS es bastante alto, pues la gran mayoría coinciden con lo que pasó esos días. Además, los días que más encajan con las predicciones que realiza EFAS son aquellos que vienen acompañados de borrascas concretas que traen temporales importantes”. De hecho, en las riadas de Valencia de 2019 las predicciones de EFAS acertaron en gran medida en localizar y adelantar el aluvión. Aunque los técnicos recuerdan otros episodios, como las inundaciones de Valencia en mayo de 2022, cuando los datos de las notificaciones fueron incluso más catastróficas de lo que ocurrió el pasado octubre, y eso que finalmente hubo muchas menos consecuencias.

La Confederación del Júcar ha recibido casi 200 notificaciones desde 2019, más de 80 de ellas en 2020 y solo 12 en 2024. De las únicas 10 notificaciones de tipo formal que ha recibido en este período, dos son de los días previos a la dana, según los datos que maneja el EFAS recopilados por EL PAÍS.

En la dana del 29 de octubre se enviaron notificaciones formales para el Turia y el Júcar durante el fin de semana (25 y 26 de octubre), mientras que el día previo se enviaron notificaciones flash a ocho provincias españolas, entre ellas Valencia, Castellón y Albacete, donde más golpearon las inundaciones.

Las inundaciones son, según datos de las Naciones Unidas, la catástrofe natural que más víctimas provoca en el mundo. Además, su riesgo está aumentando en todo el mundo debido a los efectos del cambio climático y a que hay cada vez más núcleos de población o de actividad económicas en zonas en riesgo de inundación. Basta con pensar en que l’Horta Sud, la comarca más afectada por la dana de Valencia, ha triplicado su población en los últimos 20 años: hoy viven 340.000 personas más que hace dos décadas.

Por eso aumenta el interés en predecir riadas y hacerlo también en cuencas pequeñas, donde lo más difícil es calibrar la intensidad. Una variación pequeña en los datos del modelo de predicción puede cambiar, y mucho, los resultados finales: “Los modelos hidrológicos y metereológicos tienen asociada muchas incertidumbres, de forma que pequeñas variaciones en los datos de entrada pueden generar mucha dispersión en los resultados finales”, apunta Pedro Arévalo.

El proyecto que continuará EDERA terminará a comienzos de 2025, pero sus avances no se quedarán en el tintero. Se prevé su incorporación al EFAS y estarán disponibles para las autoridades de Protección Civil en toda Europa incluso después de que finalice el proyecto.

También buscan un hueco las iniciativas privadas. Una de las más importantes es de Google, que ya desde hace años señala en su aplicación de mapas las zonas donde ha habido una inundación. Ahora está yendo más allá, creando un modelo de predicción de inundaciones que aprovecha elementos de la inteligencia artificial como la red neuronal Long Short Term Memory (LSTM), que, resumiendo mucho, aprovecha el recuerdo de los datos que ve en cada momento para realizar predicciones.

Aun con todo esto, los últimos modelos de Google tienen la misma limitación que los públicos: la dificultad de tener ubicaciones precisas cuando faltan datos históricos. La rambla del Poyo, por citar el caso que nos interesa, solo cuenta con una estación de medición en sus más de 40 kilómetros de recorrido: sin mediciones no puede haber datos fiables, y sin datos fiables no puede haber predicción.

Se ha corregido el nombre de la población en que desemboca el río Mijares.

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