¿Cómo fue el superaño electoral?: balance del estado de la democracia tras un periodo de ataques sin precedentes

Entre los países convocados a las urnas se hallaba el más poderoso del mundo, Estados Unidos. Al margen de las preferencias ideológicas, la victoria de Donald Trump es un resultado democráticamente inquietante, al tratarse de un candidato que se negó a reconocer el veredicto de las elecciones anteriores sin ninguna prueba de fraude y que alentó un asalto al Congreso de la nación.

En Georgia, el partido en el poder, que desde hace años está detrás de un fuerte deterioro democrático según denuncian respetadas organizaciones independientes, obtuvo una reválida electoral criticada por la misión observadora de la OSCE. Es un partido filorruso, que tiene como líder a un magnate que amasó su fortuna en Rusia y que ha congelado el proceso de adhesión a la UE. Todo esto en un país con una fortísima mayoría proeuropea, lo que hace aún más llamativa su supuesta victoria electoral.

Otro elemento inquietante que ha aflorado este año es la violencia política. “Hemos detectado un cierto incremento en la violencia política alrededor de las elecciones. Hemos monitoreado que por lo menos en 26 de las 75 elecciones de este año ha habido algún tipo de manifestación de violencia”, dice Gerardo Berthin, vicepresidente de programas internacionales en Freedom House, un centro de estudios independiente con sede en Washington. “De entrada, se pueden mencionar . Pero hubo ataques físicos en otros casos, también contra aquellos que trabajan en la organización de las elecciones”, señala Berthin.

“No ha sido un buen año para la representación de las mujeres”, concluye Casas-Zamora. Esta ha ido creciendo en lo que va de siglo, desde un nivel cercano al 13% de representantes parlamentarias a escala mundial en 2000 hasta un 27% a principios de 2024, , una organización que ofrece datos sobre la composición de los parlamentos en el mundo. La tendencia ahora se ha roto.

“Cuando se ven los números de las elecciones que se han celebrado este año, el porcentaje de escaños ocupados por mujeres cayó un punto. Y en términos de jefas de Estado o de Gobierno, hay una más de lo que había hace un año. Entonces, lo que ha habido es un estancamiento”, dice Casas-Zamora.

No solo se han puesto en evidencia tendencias inquietantes en democracias con una auténtica competición electoral. También se han celebrado varias elecciones que han confirmado con procesos convertidos en farsa las derivas autoritarias de los países en los que se han celebrado.

Túnez, antaño esperanza democrática en el norte de África, consolidó su involución celebrando una convocatoria electoral bochornosa, sin competición real y en la que votó tan solo un 28% de los que tenían derecho. En El Salvador, Nayib Bukele —otro maestro en el uso de las redes sociales— quebró la Constitución para . Ucrania, que tendría que haber celebrado elecciones este año, no pudo hacerlo por la agresión de Rusia. Multitud de regímenes autoritarios ahondaron en sus praxis de farsa democrática, desde Rusia hasta Venezuela.

En el balance electoral no todo son malas noticias. Una buena es el notable nivel de participación en las elecciones celebradas en 2024. “Esto nos hace pensar es que la gente todavía tiene esperanza en las elecciones”, dice Berthin.

En algunos de los casos observados este año no se ha dado una alternancia, pero sí una saludable reducción del poder de algunos gobernantes. En ese sentido han llegado buenas noticias democráticas desde dos importantes países del Sur Global, la India y Sudáfrica. En el primero, después de dos mayorías absolutas y un historial democrático muy criticado por opositores y centros de estudios internacionales, , y tiene ahora que gobernar en coalición. Asimismo, tras décadas en el poder, , y sigue gobernando hoy limitado por la necesidad de consistentes respaldos externos.

Hubo además buenas noticias no directamente vinculadas a procesos electorales, como la resiliencia de la democracia en Corea del Sur, en Bolivia o en la República Democrática del Congo ante procesos golpistas. En el primer caso, un intento de autogolpe por parte del ya apartado presidente, quien trató de introducir una disparatada ley marcial; en el segundo, una intentona golpista de rasgos militares que parecían olvidados en Latinoamérica; en el tercero, un ataque armado a las instituciones que fue reprimido por las Fuerzas Armadas.

En Georgia, De momento, sin lograr resultados. Aun así, se trata de una movilización inspiradora.

El calendario electoral de 2025 es mucho menos llamativo que el del año que se acaba. Pero las fuerzas que desde dentro y desde fuera tratan de erosionar la democracia seguirán actuando con las enormes palancas a su disposición. Las democracias deberán emplearse a fondo en diseñar estrategias de defensa.

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