Hay quien se hace ciclista, soñadores, para descubrir a una velocidad humana y por carreteras comarcales lo que se esconde detrás de los mapas; para otros, el pedal es un oficio con el que sobreviven con dolor al hambre y la miseria, pero la mayoría quiere hacer de la hazaña deportiva su cotidiana tarea, ser campeones como y, anticipando con optimismo que dentro de 30 años aún habrá mundo, anuncia que su meta es superar a Raphäel Geminiani, que murió a los 99 y llegar a los 100,
Hinault habla de sus ídolos, del Anquetil, de Eddy Merckx, de quienes aprendió a ser el dictador en el pelotón y patrón de su equipo, autoridad imprescindible para quien quisiera ser campeón, ganador del Tour. Hinault lo fue, pero también vio asomar los nuevos tiempos, quizás más democráticos, seguramente más pragmáticos, inteligentes, de lo que ahora se llama liderazgo compartido. Así fue su coexistencia forzosa con Greg LeMond. Fue tan complicada que pareció entonces una tendencia en vía muerta, y las épocas de Indurain, primero, y de Lance Armstrong, sobre todo, así querían confirmarlo. Ambos ganadores, líderes únicos de un equipo con una única intención, fueron, por así decirlo, el canto del cisne de una época. Bien entrado el siglo XXI, los grandes equipos ya no son aventuras personales cuyo único objetivo es la supervivencia económica de quiénes los manejan. Son empresas con más de 100 empleados y 50 millones de euros de presupuesto gestionadas con criterios empresariales, de mercado, y los títulos de algunos de los responsables de sus consejos de administración, como el recién nombrado patrón del Soudal-Quick Step, Jurgen Foré, son diplomas y masters de escuelas de negocios y no victorias en la carretera.
Todas y todos los ciclistas, hasta , el Merckx de este siglo, integran organizaciones que toman decisiones informadas científicamente y soportadas tecnológicamente. La tecnificación y la comercialización de la proeza, alarga la vida de las y los corredores, pero paradójicamente contrarresta en no pocas ocasiones el espectáculo de tácticas de antaño, con lejanos ataques ajenos a todo cálculo. La gran epopeya romántica del desastre, tan respetada en la Francia del Tour, cada vez es menos opción en el ciclismo de hoy. A pesar de que pequeños y grandes desastres son el día a día de este deporte.
“El ciclismo es un deporte de equipo”, repiten los líderes de los equipos del WorldTour. En 2024 hemos visto cómo distintas estructuras de liderazgo han ofrecido un interesante rango diferencial de resultados.
La estructura descentralizada de Visma no ha funcionado en 2024, aun siendo la mejor estructura para afrontar situaciones cambiantes, han sido demasiados los eventos sufridos. La salida de Roglic estaba calculada, pero los accidentes de Vingegaard y Van Aert, y el temprano desarrollo de los nuevos talentos incorporados al equipo (Jorgenson o Uijtdebroeks) no han permitido rendir al nivel deseado, aunque sí aprender mucho.
La cruz nos la ofrece el vacío de liderazgo en Ineos. Paradójicamente, el vacío conforma una estructura liderazgo, que ha dejado al equipo en una deriva en la que el talento disponible no ha encontrado camino. Se ha visto en Rodríguez y en Pidcock. La declarada ralentización en la gestión de los cambios por parte de algunos componentes del equipo, parece haber afectado a su patrón de resultados.
En 2024 hemos visto la segunda entrega de , con un Pogacar amablemente reinterpretando a Merckx, pero igualmente abrumador. Nueve victorias de once carreras iniciadas: Strade, Volta, Lieja, Giro, Tour, Montreal, Mundial, Emilia y Lombardía. Podio en San Remo, y en Quebec.
Apropiándonos del adagio de que el futuro no es algo a lo que accedemos, sino algo que creamos, nos preguntábamos cómo las acciones de los equipos y corredores del pelotón conformarían la nueva temporada. Compartimos nuestras preguntas y respuestas, para estimular un sano debate al respecto.
¿Será la temporada de todos contra Pogacar y UAE?
Un Vingegaard en plenas facultades y un rearmado Visma desplegando sus múltiples talentos y aprendizajes nos ofrecerían una interesantísima temporada, y un Tour memorable. Habrá más duelos sugerentes, como los que mantendrá Pogacar en San Remo y Flandes con Van der Poel y Van Aert, y en Lieja y en las diversas contrarrelojes con Evenepoel.
¿O será la temporada de Pogacar y UAE contra ellos mismos? Si Pogacar consigue sus objetivos (cuarto Tour, San Remo y una Vuelta ), y parece improbable que no lo consiga, ¿qué motivación alimentará su rendimiento futuro y el de su equipo? ¿ganar las tres grandes vueltas en un mismo año?, ¿los cinco monumentos? Estas preguntas nos ponen un paso más allá, que quizá 2025 aclare: ¿Dejaremos de comparando a Pogacar con Merckx o Coppi para compararlo únicamente consigo mismo?
¿Son Pogacar y el UAE imbatibles? Nadie los quiere, pero los eventos disruptivos están ahí, ocurren continuamente y ¿Se seguirá cumpliendo la máxima de que cuando están iluminados, los campeones ni se caen, ni pinchan, ni se rompen? Lo visto este año con Visma nos reitera la importancia de articular estrategias y liderazgos para, esperando lo mejor, hacer frente a lo peor. Poner en valor un podio es fundamental para el deporte, las y los deportistas, los patrocinadores y la afición, pero la sana ambición de ganar sin calcular segundos puestos da un brillo superior a la competición.
¿Qué papel tendrán los nuevos talentos y equipos? 2025 trae nuevos actores al circuito. Nuevos talentos, como Torres, Castrillo, Jorgenson o Uijtdebroeks, y también consolidaciones como O’Connor o Ayuso. Nuevos talentos que pueden tener la oportunidad que tuvo Bernal en 2019 y para la que sus equipos han de estar preparados. Para ello escuadras como Visma o Ineos van a recomponerse en 2025. Además, habrá que seguir al equipo Red Bull, acostumbrado a ganar en las disciplinas en que participa.
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Source: elpais.com