Trump redobla sus ataques a una prensa debilitada

En 2015, Jeff Bezos propuso en un en respuesta a unos tuits en los que el entonces aspirante a la Casa Blanca lo acusaba de haber comprado el diario los impuestos de su negocio principal, Amazon. Este mes, las crónicas emplearon de nuevo ese verbo y el nombre de ambos multimillonarios en la misma frase. Fue cuando se supo que Bezos había “mandado” un millón de dólares para contribuir a la toma de posesión el próximo 20 de enero del presidente electo, quien, antes de asumir el cargo, ya ha empezado a cumplir sus amenazas de “poner orden en la prensa”

En los días previos a las elecciones, la publicación del tradicional editorial de respaldo a uno de los candidatos. Lo hizo cuando ya estaba listo el apoyo a Harris y en contra del criterio de la Redacción. Lo justificó en un texto que defendía que “los respaldos presidenciales crean una percepción de parcialidad” en los lectores. En realidad, esa decisión provocó otra cosa: la pérdida La semana pasada, Bezos completó su particular viaje de aproximación al enemigo yendo a cenar a Mar-a-Lago con Trump y Elon Musk, otro viejo contrincante.

Ese cambio de postura se ha interpretado en Washington como la prueba de que esta vez el , al menos en su parte editorial, no parece dispuesto a plantarse ante Trump tanto como lo hizo en su primera presidencia. Entonces, Hoy, inmerso en una fenomenal crisis tras el fichaje de un nuevo consejero delegado, Will Lewis, que viene del universo conservador de Rupert Murdoch, el periódico no consigue dar con un periodista que quiera ponerse al frente de la Redacción: según informó , al menos dos candidatos al puesto abandonaron la idea al conocer los planes de la propiedad para el rotativo.

también puede interpretarse como el síntoma de una cierta normalización de la anomalía de Trump para el periodismo, pero también para la opinión pública. No es solo que a los medios ya no les quede ni el consuelo de la sorpresa ante la vuelta del presidente electo, es también su estado calamitoso tras varias rondas de despidos, el cansancio por la cobertura de unas elecciones plagadas de sobresaltos, la pérdida de la y la frustración ante la última comprobación de que su influencia ya no es la que era. El triunfo de la campaña del republicano ha sido también la victoria del periodismo de la extrema derecha y de los de la misógina, que el candidato priorizó sobre la invitación de las grandes cabeceras.

“Esta vez no habrá un advierte en una entrevista telefónica el emérito de la Universidad de la Ciudad de Nueva York Jeff Jarvis, en referencia a la breve edad dorada del periodismo que trajo el del primer triunfo electoral del magnate inmobiliario y estrella de la telerrealidad. Jarvis, una de las voces más críticas con los medios, define como “absolutamente terrible” la cobertura de la campaña de dos vacas sagradas como y “Ha sido la demostración de que no saben cómo reaccionar cuando tienen el fascismo en la puerta. Hubo mucho blanqueamiento de las locuras de Trump, mucha falsa equidistancia y unas inexplicables ganas de enojar a sus lectores”, opina.

Si bien el sí apoyó a Harris, el no fue el único diario que prefirió no enemistarse con el candidato, alguien que considera a la prensa como “el enemigo del pueblo”. Otras 70 cabeceras faltaron a esa tradición. Entre ellas, (en otra decisión tomada por otro dueño multimillonario, Patrick Soon-Shiong) y el .

Tampoco Bezos está solo en su incursión en el Camelot de Trump. La visita a Mar-a-Lago de Joe Scaborough y Mika Brzezinski, presentadores del matinal de la cadena izquierdista de noticias MSNBC ―para “besar el anillo” del presidente electo, dice Jarvis―, se vendió como una maniobra para ofrecer a sus televidentes una cobertura más equilibrada, en vista del desplome de sus audiencias (y la de sus competidores de la izquierda) y de que más de la mitad del país votó republicano. La MSNBC no pudo, con todo, evitar que la visita se interpretara como una capitulación, clave en la que también se ha tal vez el periodista latino más influyente, famoso por su oposición al magnate.

Los intentos de Trump de intimidar a la prensa no son nuevos; tiene un considerable historial de demandas a sus espaldas, que no siempre fueron admitidas a trámite, ni, si lo fueron, las ganó. Pero esta vez suena distinto. La semana pasada, sus abogados se querellaron contra y su encuestadora, Ann Selzer, por la publicación el sábado previo a la cita electoral de un sondeo que vaticinaba erróneamente que el candidato republicano perdería en Iowa. Esos datos

Diakun también recuerda que en su primera comparecencia ante los periodistas tras la victoria, Trump declaró su intención de “poner orden en la prensa corrupta”. Anunció la demanda de Iowa y habló de otras: contra Bob Woodward, los Pulitzer, por premiar las investigaciones de los diarios ysobre la presunta injerencia rusa en las elecciones de 2016; y la que interpuso a la cadena CBS y su programa porque emitieron una entrevista con Harris que estaba editada (según la versión de Trump, para mejorar sus respuestas), también poco antes de las elecciones.

El argumento de que mejor es no llevar el caso de ABC News hasta el final por temor a que caiga no convence a Jarvis, porque equivale a admitir que, Trump ya ha logrado librarse de que se le aplique el precedente. El periodista teme que “los dueños de otros medios se acobarden”. También que, sin una prensa “libre y atenta”, el presidente electo tendrá “el camino libre hacia el autoritarismo”.

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