El cese del suministro del gas ruso a través de Ucrania pone a prueba la estabilidad de Moldavia

En este país pobre, con pensiones de 150 euros y sueldos de 350 euros al mes, las subidas de tarifas podrían ser muy desestabilizadoras y para Transnistria en concreto suponen la ruina de su economía. El impacto social se sentirá en las elecciones legislativas que se celebrarán a mediados de 2025. El sistema político de Moldavia es parlamentario.

En Tiráspol, la capital de Transnistria, y en Comrat, la capital de la autonomía de Gagaúzia, esta periodista advirtió malestar por la política de Maia Sandu y escuchó reproches dirigidos a la presidenta por no haber encontrado alternativas al suministro ruso. La situación no es fácil; en noviembre Rusia bombardeó y destruyó varias líneas eléctricas ucranias que hubieran podido utilizarse para exportar electricidad a Transnistria, dice la fuente del sector energético moldavo, en opinión de la cual “Moscú parece más interesada en perjudicar a Moldavia que en ayudar a Transnistria”.

El poder de Shor se nutre de la pobreza de los moldavos y también de la mala gestión, los errores y la poca habilidad diplomática de sus dirigentes. Sandu se niega a firmar el decreto para adjudicar un puesto en el Gobierno de Moldavia a la jefa de Gagaúzia y, aunque está obligada a ello por ley, no lo hace por considerar que la protegida de Shor no tiene legitimidad. Los tribunales no le han dado la razón, pero Sandu se obstina en no reconocer a la bashkan (jefa) de Gagaúzia y con ello ahonda el conflicto con la autonomía donde reside una comunidad túrquica de religión ortodoxa muy vinculada a Rusia.

En Transnistria, por su parte, se quejan del aparente desinterés de Sandu por este territorio, pese a que la presidenta, que ni les visita ni negocia con ellos, ha prometido comprar gas también para la región secesionista. A diferencia de Guzul, que subraya sus relaciones especiales con Rusia, las autoridades de Transnistria se muestran poco elocuentes en relación con la política bélica del Kremlin y evitan ser involucrados en la contienda. De hecho, la guerra les ha integrado más en Moldavia, después de que Kiev cerrara su frontera en el tramo correspondiente a Transnistria. En este territorio poblado por eslavos (rusos y ucranios) y moldavos, cada vez son más los que solicitan el pasaporte moldavo, un documento que les da derecho a votar y a viajar por Occidente y que antes menospreciaban a favor del pasaporte ruso o ucranio.

“Las autoridades de Moldavia son arrogantes y en muchos campos incompetentes. Se han atascado en la reforma del sistema judicial y en la lucha contra la corrupción. Hablan de eurointegración como si el ingreso en la Unión Europea fuera a solucionarlo todo”, opina Vladímir Solovev, un respetado analista de la política moldava. Los dirigentes proeuropeos de Moldavia actúan a través de prohibiciones, lo que incluye el cierre de medios de comunicación críticos”, añade. Por de pronto, Shor intenta seducir a los moldavos con la promesa de encontrar gas barato para ellos y acusa a Sandu de no haberse dirigido a tiempo a Moscú en búsqueda de ayuda.

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.