Ana fue asesinada por su pareja el 12 de enero de 2024, tenía 57 años; Diana el 30 de diciembre, con 29 años. También por su pareja. Convivían pese a que él tuviera una orden de alejamiento. En 2024 hubo 47 mujeres asesinadas por violencia machista. Es una cifra aterradora, aunque sea la menor desde 2003, año en el que empezó el recuento oficial de esta violencia estructural que no cesa y que ha acabado con la vida de 1.292 mujeres. En 2024 fueron asesinados también por violencia vicaria nueve menores, hijos e hijas de madres víctimas de sus parejas o exparejas. Es la cifra más alta junto a la que se registró en 2015 (en 2023 fueron, por ejemplo, dos; como en 2022).
El caso de Amal, la mujer asesinada en Cuenca a finales de junio junto a su hija de tres años y su hijo de ocho, es una muestra de esa cadena de errores. Mahdi, su agresor, tenía una condena por violencia machista contra Amal e iba a entrar en la cárcel de forma “inminente”; Amal estaba en VioGén con un riesgo apreciado como “bajo”, por lo que no tenía protección policial (solo las víctimas en “riesgo extremo” cuentan con esa vigilancia continua).
Violeta Assiego es abogada y activista de derechos humanos y fue directora general de derechos de la infancia y de la adolescencia del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 y está convencida de que, pese a ese descenso de víctimas mortales, ha habido un “recrudecimiento” de la violencia machista. Miguel Lorente, médico forense especialista en violencia de género (fue delegado del Gobierno en esta materia en 2008) y profesor de Medicina Legal Forense de la Universidad de Granada, alerta de la “variabilidad interanual alta” que hay en los datos sobre violencia de género. “Por eso, comparar periodos cortos siempre puede generar sesgos que dependen de muchos factores. Siempre nos gusta comparar periodos de cinco años en cinco años y ver así las tendencias. De otro modo, se ven muchos picos porque son distintos los factores que pueden influir”.
Para Lorente hay cuatro elementos que indicen en la violencia machistas. “El que está en la base, el más importante, es el machismo estructural. Sobre él influyen otros elementos, uno de ellos es el factor estacional (momentos en los que sabemos que se concentran los asesinatos por las dinámicas que se modifican), otro es el factor imitación: el refuerzo que un agresor que está pensando asesinar recibe de otro que ya lo ha hecho. El último es el negacionismo: la crítica a todas las políticas de igualdad y la lucha contra la violencia de género. Influye en el que se siente que está siendo atacado, amenazado y utilizado por las mujeres y alimenta la violencia en el maltratador”.
Violeta Assiego también rehúye de balances anuales. “Hacer una valoración de la violencia machista en base a los crímenes y asesinatos supone perdernos la gravedad de esa violencia desde el primer momento en que la mujer la está sufriendo en sus diferentes formas: psicológica, física, incluso económica. La cifra de asesinatos es grave en cuanto haya una, dos, tres. No podemos decir que es un año mejor o peor; lo que tenemos que ver son las cifras sobre violencia machista que nos dice, por ejemplo, el CPGJ [Consejo del Poder Judicial] y que son elevadísimas”.
Las cifras más recientes, las de 2023, hablan de 546 denuncias diarias. Incide Assiego: “La protección de los hijos e hijas de las víctimas de violencia machista ha mejorado mínimamente, pero no se está garantizando, sobre todo desde los juzgados de familia. Sabíamos que los menores son una víctima más de la violencia machista, pero estas cifras [los 9 niños asesinados] vienen a confirmar que tienen que ser tratados como tales”. Según ella, no se está haciendo.
El artículo 1 de la LIVG (Ley Integral contra la Violencia de Género) ―conocida como la Ley Orgánica 1/2004― ha sufrido dos modificaciones durante estos 20 años, como recuerda Assiego: una en 2015, para incluir a los hijos e hijas como víctimas directas, y otra en 2021 para incluir la violencia vicaria. Sesenta y dos niñas y niños han sido asesinados por sus padres o las parejas o exparejas de sus madres desde 2013, cuando empezó el recuento oficial. Además, 36 menores han quedado huérfanos en 2024 tras los asesinatos de sus madres, cifra que asciende a 469 desde 2013 (los mayores de edad no se contabilizan).
Y Assiego añade: “Cuando un hombre asesina a su hijo, ha habido un fallo en la protección de ese niño desde la primera señal de violencia machista. Y esto es importante subrayarlo, porque si solamente vemos a los niños como susceptibles de protección para evitar ser asesinados, estamos perdiendo la oportunidad de protegerles ante la primera señal de maltrato”.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico [email protected]
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Source: elpais.com