Oro para dos, y con tejanos

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He preguntado a cuatro árbitros internacionales de muy alto nivel; los cuatro están de acuerdo en que hubiera sido la mejor solución de desbloqueo. Entonces he preguntado al presidente Dvorkóvich, ruso. Su respuesta: “El Armageddon es un cambio drástico de las reglas. Si lo hacemos una vez, tendríamos que cambiarlas en cualquier momento durante los torneos. Y jugar partidas adicionales hubiera sido una pérdida de tiempo, dado que los dos expresaron firmemente su deseo de seguir haciendo tablas”.

Entonces he conversado largamente con Henrik Carlsen, padre y representante de Magnus y persona muy inteligente, con quien siempre he tenido una relación muy cordial. Pero en este caso me cuesta mucho resumir lo que me ha dicho, porque a duras penas lo entiendo. Además de afirmar que mis preguntas eran “sesgadas”, él insiste en que Magnus propuso un cambio de reglas sobre la marcha, y que yo propongo otro porque el de su hijo no me gusta. Le he señalado dos matices importantes: 1) Yo sólo propongo recurrir al Armageddon como solución extrema si continuasen haciendo tablas en varias partidas más; 2) Mi propuesta busca que haya un solo ganador, como debe ser en el deporte profesional, y la suya no. Me ha dicho que tenía que desconectar, y le he pedido que terminemos la conversación con calma otro día.

Mientras escribía todo esto, un colega noruego me ha pasado un artículo publicado hoy por Leif Welhaven, el jefe de Opinión del periódico VG, que sigue a Carlsen por doquier (el ajedrez es ahora muy popular en Noruega). Coincide mucho con la mía, y va más allá, afirmando que “la arrogancia de Carlsen es insoportable”. Creo que conviene no olvidar en ningún momento lo mucho que Carlsen ha aportado al ajedrez; no sólo como uno de los mejores jugadores de la historia, sino por decisiones como la de invertir buena parte de su propio dinero en promover el ajedrez por internet cuando surgió la pandemia. Buena parte de la creciente popularidad actual del ajedrez en el mundo se debe a él.

Pero, aunque a buena parte de sus seguidores les duela mucho, también está cometiendo errores importantes, quizá porque es un genio millonario que vive con los pies alejados del suelo. Uno de ellos, gravísimo, fue acusar sin pruebas a Niemann, quien ahora tiene razón al criticar la decisión de la FIDE. Pero el verdadero trasfondo ahora es que el número uno, por muy genio que sea, no debe tener más poder que un organismo aglutinador de 201 países.

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