“¿Quo vadis, Laporta?”; que será del Barça

Los delirios de grandeza de Laporta, aquellas ganas de “volver a veros” que tanta fortuna causaron en el barcelonismo por desafiar al Madrid en la misma puerta del Bernabéu en la campaña electoral de 2021, se han convertido en pesadillas por la dolorosa realidad que carcome al FC Barcelona. Las miserias de Gaspart no son las mismas que las de Bartomeu. Ya no está Cruyff y ni siquiera se guardó el duelo por Messi. Mejor no recordar tampoco el adiós de Guardiola. Hoy el futbolista sobre el que gira el tormento barcelonista se llama Dani Olmo y tiene un añadido no menos importante de nombre Pau Víctor.

No es una cuestión de decadencia puesto que Olmo es un internacional que da pleno sentido a la idea de Flick y vida a las aspiraciones azulgrana en la Liga y la Champions. La gravedad del asunto está en que ha sido el propio presidente del club el que ha disparado un tiro al pie de su equipo por no encontrar el dinero para mantener la inscripción del jugador en la Liga. El daño reputacional es enorme porque Laporta se olvidó con su proceder de que una entidad puede ser pobre y orgullosa sin perder la dignidad, mantener un cierto decoro por no hablar de desprestigio, ser fiel a una carta de naturaleza grabada a fuego durante 125 años.

Laporta pierde su gracia cuando no puede hablar y, si es necesario, embaucar a sus socios; sin la voz pierde el carisma y la seducción que tanto le ayudaron a trampear las cuestiones más adversas frente a la administración deportiva y política; y tampoco tiene ya la cintura con la que enredaba a los socios más insospechados para encontrar el aval más difícil como pasó antes de tomar posesión en 2021. Ya nadie más arriesgó de su bolsillo para mantener en nómina a Olmo. Laporta ha tenido meses para solventar un contencioso que podía resolver cuando le diera la gana según afirmó en septiembre pasado en el Auditorio 1899.

Aparentar ya no sirve de nada, ni siquiera al populista Laporta, cuando el club está tan descapitalizado como desnortado, y sin embargo, ha sido capaz de engendrar a Lamine. La renovación del genio se convertirá en un acto de fe más de un club cada vez más descreído, acabe como acabe el disparatado caso Olmo. El mal ya está hecho y la pregunta es saber quién querrá jugar a partir de ahora en el Barcelona.

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