Bourbon Street, la mítica calle emblema del carnaval y los festejos hasta la madrugada en Nueva Orleans, ha reabierto al público este jueves. La música que se filtra desde las puertas de sus bares intenta transmitir una atmósfera de normalidad. Los vendedores ambulantes ofrecen, como otros tantos días, collares con los colores rojo, verde y amarillo, de Mardi Gras, su carnaval, y amuletos contra el mal de ojo. Pero la normalidad se detiene ahí. Hace poco más de 24 horas que el veterano de guerra Shamsud-Din Jabbar, de 42 años, atropelló con una camioneta alquilada y abrió fuego contra la multitud que celebraba la llegada del Año Nuevo, dejando tras de sí 14 muertos y 35 heridos antes de caer él mismo abatido por los disparos de la policía. Llevaba una bandera del Estado Islámico (ISIS) para perpetrar un acto que el FBI ha calificado de atentado, aunque descarta la participación de otras personas.
En la esquina de Bourbon Street con Canal Road, el lugar por antonomasia del Barrio Francés, el centro histórico de Nueva Orleans, la alcaldesa LaToya Cantrell y líderes religiosos han colocado 14 rosas amarillas, una por cada víctima. Algunos paseantes han ido dejando collares de carnaval. Una mujer se detiene y se santigua mientras se le llenan los ojos de lágrimas. Un leve olor a desinfectante impregna el ambiente, un indicio de que los equipos de trabajadores de limpieza han acabado hace muy poco sus tareas para acondicionar la calle tras la masacre.
Pocos turistas pasean aún por las aceras de esta vía, inmortalizada en decenas de canciones y películas de Hollywood, destino obligatorio para los visitantes de la ciudad, un largo pasillo estrecho cuajado de edificios históricos, bares, restaurantes y garitos abiertos hasta el amanecer. Es habitualmente un río de jaleo alegre, donde las notas de los músicos callejeros se mezclan con las que emanan de bar tras bar, mientras una multitud disfruta del espectáculo desde aceras y balcones.
Quienes la recorren ahora pasean en profundo silencio. Hay una fuerte presencia policial, redoblada por la celebración, unas calles más adelante, de uno de los grandes acontecimientos en la ciudad, el partido de fútbol americano universitario de la Sugar Bowl que enfrenta a los equipos de la Universidad de Georgia y de Notre Dame, que debía haberse disputado el miércoles, pero quedó aplazado hasta el jueves tras la matanza y al que asisten unas 80.000 personas.
El que las autoridades hayan precisado posteriormente que Jabbar actuó solo ha servido para tranquilizar a Little y otros residentes de Nueva Orleans, declara. Otros, como Jonah, un jubilado también residente en las cercanías, admite sentirse nervioso. “Actuaba solo, sí, pero una vez que algo así ha sucedido puede volver a ocurrir, ¿sabe usted?”
Unas calles más allá, el ambiente es completamente distinto en la avenida Poydras, la gran calle que lleva al Superdome donde se celebra la Sugar Bowl. Miles de personas con las camisetas rojas de la Universidad de Georgia, las verdes de Notre Dame, se alinean en las terrazas horas antes de que dé comienzo el partido, y rugen lemas de apoyo a los suyos.
“Es horrible lo que ha pasado, y por supuesto que lo tenemos muy presente. Pero no podemos dejar que los terroristas ganen. Si nos dejamos acobardar, si dejamos de hacer lo que haríamos normalmente, les dejamos ganar”, asegura Ed, que ha viajado desde Georgia junto a su novia, Charlene, para asistir a la competición.
El estadio Superdome ha multiplicado su seguridad. Helicópteros sobrevuelan sus alrededores. Equipos de perros recorren las instalaciones en busca de anomalías.
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Source: elpais.com