Confundido, como Dani Olmo en fin de año; huérfano, como la afición del Sevilla tras el retiro de Navas; extraviado, como Vinicius el día que se entregó el Balón de oro; rascándome la cabeza de puro desconcierto, como Pep… Así pasé las fiestas sin Liga.
En estas fechas la Premier opera como consuelo, pero el fútbol sin sufrimiento es como una película de terror en la que estás a favor del asesino. Además, qué más da quién mata y quién muere si no quieres a ninguno. Te pones a favor del débil, te cae simpático el entrenador, quieres que gane el que juega bien… Todos sucedáneos de la auténtica pasión, cuando el amor y el odio asaltan a la razón y alcanzan todo el sentido. Lo primero que hace un hincha es trazar una línea divisoria: en este lado están los buenos (los míos, nosotros) y en el otro lado están los malos (los otros, ellos). No hace falta encontrar razones. Y si hace falta se buscan con todas las arbitrariedades que impone el fanatismo. Y ahí comienza el atractivo. Es comodísimo amar y odiar. Y súper entretenido.
Por fortuna, anoche ya se jugó un partido de los serios. Aunque haya sido para pagar un atraso por la dramática dana, Valencia y Real Madrid volvieron a conectarnos con el miedo futbolístico, que es el gran incentivo del fútbol. No en vano al hincha se le llama “sufridor”. Así es como el fútbol español volvió a salir a escena después de dos semanas de paz y desconcierto.
El Valencia habrá jugado con la seriedad del superviviente y el Madrid con la gravedad del que no tiene permitido perder. José Larralde, admirable cantautor argentino de origen vasco, dice en una de sus canciones que “la liebre es una luz con tanta bala”. Da igual si vienen de la obligación de escapar del descenso o de la aspiración de ganar la Liga, silban las balas de la presión y se dispara la adrenalina del aficionado, estés donde estés en la tabla de clasificación. Si tienes definida una identidad, el fútbol sabe mortificarte o alegrarte. Tú eliges equipo y el juego te hamaca arriba de sus emociones pendulares y caprichosas.
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Source: elpais.com