Aunque Sanz tiene la condición de leyenda del Dakar, un distintivo que otorga la propia organización, la piloto pionera en motos y competitiva desde su primera participación en coches asegura que nada de eso sirve cuando tiene que buscar proyecto para continuar un año más la aventura. “No es fácil contar con oportunidades. Hay muchos factores en juego, desde las políticas de las marcas punteras hasta la misma suerte, el poder estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Cuando corría en motos estuve en una situación similar y nunca hubiera imaginado que terminaría por correr para los equipos oficiales de Honda, KTM o GasGas. Hay que soñar y pensar que un día puede llegar”, reflexiona.
El presupuesto para competir en coche es mucho más abultado que en moto, y recabar financiación y patrocinadores es un órdago incluso para una figura de su calibre. “Tengo que remar todo el año, y más de una vez me he visto más fuera que dentro”, subraya. Uno de los hándicaps invisibles de Sanz es el que afectó en el pasado a Cristina Gutiérrez, que disfruta ahora de una oportunidad histórica como piloto oficial de Dacia. Sin ese apoyo de una marca, es imposible prepararse bien para la carrera, hacer pruebas en el desierto y participar en rallies de calentamiento como el de Marruecos. Otro problema es la prioridad que la FIA otorga a los vehículos que corren el Mundial de rally-raid al completo, lo que acostumbra a retrasar a quienes no pagan por esa inscripción en el orden de salida etapa tras etapa. Este año, la catalana apenas había podido rodar con vehículo alguno debido a sus ajustadas cuentas.
Sanz, a pesar del mazazo, sigue siendo positiva de cara al futuro, especialmente cuando mira a quienes le rodean en la caravana dakariana. “Hasta ahora ninguna mujer había despuntado tanto desde la victoria de Jutta Kleinschmidt, probablemente por una falta de mujeres. Esta generación que formamos con Cristina y Sarah Price, entre otras, ha demostrado que con oportunidades, las mujeres estamos al nivel de pilotaje de los hombres”, señala. “Cada vez somos más, y solo hay que ver el ambiente en el vivac para darse cuenta de ello. Somos unas 50 pilotos y copilotos, pero también hay ingenieras, jefas de equipo o mecánicos. Todo esto ha cambiado mucho, y todavía me acuerdo que hace no tanto estaba yo sola en los campamentos”, concluye.
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Source: elpais.com