Los panameños responden a Trump con una reivindicación patriótica del Canal

El 31 de diciembre pasado también se cantó en las celebraciones por el cuarto de siglo de administración panameña del Canal: “Es nuestro orgullo, nuestra herencia”, corearon en un despliegue de escena digno de espectáculo de Disney, bajo un cielo celeste infrecuente en estos días de lluvias continuadas. “Por 25 años los panameños y su canal hemos cumplido con el compromiso nacional de una operación segura y continua para el mundo, demostramos la capacidad de administrar y reafirmamos el compromiso con la construcción del tercer juego de esclusas”, dijo el administrador de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), Ricaurte Vásquez.

Vásquez entregó al presidente Mulino más de dos mil millones de dólares este diciembre. Desde el 2000, la Autoridad del Canal aportó al Tesoro Nacional quince veces más que en los 85 años de administración estadounidense (28.000 millones de dólares entre ese año y 2024, contra 1.879 millones entre 1914 y 1999). De manera directa, eso representa alrededor de un cuarto de los ingresos corrientes del Gobierno. Además, por el impacto y movilización del sector logístico, ayuda a generar cerca del 12% del producto interno bruto (PIB).

Aunque la actividad está concentrada en la franja canalera y la mayoría de la población cree que sus beneficios no llegan a todos, por estos días en Panamá el taxista, el recepcionista, el último reportero de la cadena televisiva, repiten el mismo canto de presidentes, ministros y empresarios: “ataque”, “soberanía”, “el Canal es de Panamá”. Es que el Canal es mucho más que el corazón económico del país.

En el medio hubo intentos insistentes de Panamá por revisar el contrato que legitimó la colonia, con algunos avances y hasta una ruptura de relaciones en 1964, cuando oficiales norteamericanos asesinaron a 22 estudiantes por intentar plantar una bandera panameña en un cuartel militar, pero una vez devuelto ningún presidente norteamericano había arriesgado algo como lo de Trump. “Es un hecho insólito”, dijo el excanciller Ricardo Alberto Arias a EL PAÍS.

En el Gobierno cayó como huracán imprevisto. Primero, porque el presidente Mulino está alineado con EEUU desde el primer minuto en la presidencia. El 1 de julio, inmediatamente después de jurar y sin quitarse la banda que acababan de ponerle, inauguró su gestión con la firma del memorandum que puso en marcha el plan de deportación masiva que evitó que miles de migrantes siguieran ―o emprendieran― la travesía hacia el norte tras cruzar el tapón del Darién.

“Estoy en la mejor disposición de relanzar las relaciones de los Estados Unidos con Panamá”, dijo Mulino tres días después, en los festejos del 4 de julio de la Embajada estadounidense. De ahí en más, acompañó la posición de EEUU en un voto contra Palestina en las Naciones Unidas, convocó a líderes regionales por la crisis en Venezuela y acaba de contratar a una empresa norteamerica para realizar el estudio de su obra insignia, un tren que cruzará medio país. Pese a que el mandatario panameño era más cercano al campo ideológico de Trump que al suyo, el presidente Joe Biden lo calificó como “un valioso aliado”.

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Segundo, porque, aunque Trump calificó las tarifas pagadas por barcos estadounidenses para cruzar el Canal como una “estafa” y el trato hacia la Armada como “muy injusto e imprudente”, lo cierto es que las embarcaciones de la fuerza naval de EEUU cruzan sin costos por reservas ni hacen filas como las demás embarcaciones. En los últimos nueve años “solo han pagado 17 millones en peajes”, según indicó una fuente ligada al Canal de Panamá.

Finalmente, nadie en Panamá era capaz de imaginar a esta altura de la historia el resurgir de las ideas colonialistas contra las que pelearon a lo largo .

“Trump con sus dichos demostró un interés directo en procurar alguna transacción con el Estado panameño”, enfatiza el abogado y analista Rodrigo Noriega, quien arriesga que pueda tratarse de “recibir migrantes deportados de los Estados Unidos, disminuir la presencia del Gobierno chino en el país, o ambas cosas”. En el Gobierno coinciden en que Trump busca algo, pero no hay acuerdos sobre qué es lo que quiere.

La hipótesis más fuerte apunta a China. Otra, a los intereses de empresas estadounidenses en un proyecto minero cerrado en 2023 por la justicia de Panamá: la empresa First Quantum Minerals buscó el apoyo de Trump para mediar a favor de la reapertura de la mina. El consejero delegado consideró posible una mediación del presidente electo, teniendo en cuenta que hay accionistas estadounidenses en el proyecto y que la embajadora de ese país en Panamá ya había apoyado la continuidad de la mina durante la crisis de octubre de 2023. El dato curioso es que entre los accionistas también hay empresas chinas. Una teoría más débil, comentada por fuentes del gobierno a El PAÍS, recuerda los problemas legales de la Organización Trump en Panamá por una supuesta deuda de millones de dólares en impuestos.

También están quienes piensan que Trump solo habló para fagocitar a los supremacistas blancos y sus seguidores radicalizados. Cualquiera podría concluir que le funcionó si hubiera escuchado las conversaciones del viernes 27 de diciembre en el único rincón de Panamá donde hubo un puñado de contentos: la antigua Zona del Canal. “El Canal lo hizo Estados Unidos, incluso Panamá es un país gracias a Estados Unidos”, dice John en un antiguo teatro de Albrook donde ahora tocan bandas y venden tragos. John nació, vivió y vive en Panamá, pero no es panameño: es zonian, nacido en la Zona desmantelada el último día de 1999, cuando el Canal pasó a manos panameñas.

Cualquiera sea la intención de Trump, el analista Noriega dice que las amenazas del republicano deben tomarse “muy en serio”, ya que Panamá “es muy vulnerable a lo que decida el Gobierno de los Estados Unidos”. Por ejemplo, “prohibir que la carga que se origina en Estados Unidos pueda ser manipulada en puertos chinos, o incluso pueden pretender sacar a Panamá del régimen del dólar”.

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