La gamba roja se regenera en Palamós gracias a las nuevas redes

“Nos equivocamos, pensábamos que la gamba era interminable, pero se acaba”, entona el mea culpa Miquel Mir, presidente de la cofradía de pescadores de Palamós, en Girona. En 2007 comenzaron a ver que la preciada gamba era cada vez “más y más pequeña”, los ejemplares adultos ―los valiosos en el mercado―, escaseaban debido a la sobrepesca. Decidieron actuar, y poco a poco, han logrado recuperar al crustáceo con ahora a la flota de arrastre del Mediterráneo para mantener los 130 días de pesca del año pasado.

“En nuestra zona [Palamós] las medidas de sostenibilidad han funcionado tanto en gamba como en pescado y los caladeros se están regenerando, pero igual en otros lugares el resultado no es el mismo”, señala Mir. Tanto se han recobrado las poblaciones, que el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) considera que esta pesquería de gamba roja es la mejor gestionada de Cataluña. Aunque “esto no se logra de hoy para mañana, lleva su tiempo”, advierte Mir. Ellos comenzaron a notar la mejoría al año y medio o dos de comenzar a aplicar los cambios. En la actualidad, los números avalan los progresos. En noviembre de este año pescaron 93 toneladas de gamba, a lo que habrá que añadir diciembre; en 2023 fueron 91; en 2022 llegaron a 88 y en 2021 capturaron 77. “Con menos días de faena mejoramos las capturas, no porque pesquemos más, sino porque el tamaño de la gamba es mayor y el peso aumenta; sacamos más kilos que se venden a un mejor precio”, explica.

También crece la población de otras especies. “Hacía tiempo que no se conseguía tanta merluza o salmonete”. En la merluza han constatado que con una malla de 45 milímetros escapan de la red las que no llegan a 20 centímetros, el mínimo legal de talla para comercializar. “Se queda dentro el 98% de las que se pueden poner en el mercado y lo mismo pasa con la cigala. Además, las que escapan, se quedan ahí, creciendo y el que las va a sacar es el pescador, nadie las roba”, comenta. Uno de los cambios implementados por Europa obliga a usar mallas de 45 milímetros para la pesca más cercana a la costa, y de 50 milímetros para la de mayor profundidad, cinco milímetros más que las actuales en ambas modalidades.

Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores, considera que este incremento de malla “no es exagerado”, siempre que se ayude al sector a pasar esos dos años en los que se pierde pesca. “Hay estudios que dicen que se reduciría entre el 5% y el 15% de lo actual, y se viene de una pesquería de arrastre en el Mediterráneo que ya ha bajado un 40% los días de captura”, plantea. El coste del cambio de la red es asumible, entre 500 y 1.000 euros, porque solo se modifica la zona del copo (donde se agrupa el pescado). Más caras son las puertas voladoras, que suponen una inversión de unos 60.000 euros. Estas estructuras mantienen abierta la red mientras el barco tira de ella y, al contrario que las tradicionales, flotan y no criban el suelo como si fueran un arado, provocando surcos y una gran turbidez, lo que implica menos daños al ecosistema.

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