En 1943, la Escuela de Pintura y Escultura de La Esmeralda es un sitio inusual: por su solar transitan creadores de prestigio internacional, quienes se encargan de la educación de sus pupilos. La mayoría de los inscritos vienen de familias obreras y . Una escuela gratuita es su mejor oportunidad para educarse en el arte. El director, Antonio Ruiz, reduce el índice de deserción con becas.
En el patio, grandes bloques de piedra anuncian la presencia de los escultores Francisco Zúñiga, Rómulo Rozo y Fidencio Castillo; el salón de dibujo aguarda a Feliciano Peña y Carlos Orozco Romero, y en el taller de pintura, María Izquierdo, José Chávez Morado y Agustín Lazo caminan entre caballetes, supervisando los trabajos. Un carpintero especializado enseña a construir y entelar bastidores, y en la clase del químico Andrés Sánchez Flores se aprende a preparar la pintura a partir de pigmentos minerales.
En la materia de Iniciación Pictórica, los alumnos de Frida Kahlo estudian sobre técnica y teoría del arte. Rápidamente, maestra y alumnos congenian. Ella es relajada y amistosa; ellos, jóvenes y apasionados. A los pocos meses de iniciar, la delicada salud de Frida decae, pero ella y sus discípulos ven el imprevisto como una oportunidad para salir de la escuela. La pintora les abre las puertas de la Casa Azul y transforma su jardín en un taller al aire libre. Así comienza la historia de los Fridos.
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Además de orientarlos, la entusiasta maestra conseguía oportunidades para sus alumnos, como la posibilidad de que pintaran sus primeros murales en la pulquería La Rosita, en Coyoacán. El grupo estaba conformado por tres mujeres —Lidia Briones Huerta, María de los Ángeles Ramos y Fanny Rabinovich— y cinco hombres —Erasmo Vázquez Lendechy, Tomás Cabrera, Ramón Victoria, Guillermo Monroy y Arturo Estrada—, cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 25 años.
Sólo tres de ellos volvieron con Frida al año siguiente, esta vez en la clase de Pintura al Óleo: Rabinovich, Estrada y Monroy. A ellos se sumó un nuevo estudiante, Arturo García Bustos. En La Esmeralda, los cuatro serían conocidos como los Fridos.
Frida Kahlo y Diego Rivera fueron sus grandes maestros. La pareja los introdujo al medio intelectual y viajó con ellos a lugares como Puebla, Teotihuacan y Chapingo. Gracias a Kahlo, los Fridos tuvieron sus primeras exposiciones colectivas. Adicionalmente, junto a otros compañeros, crearon un grupo de artistas que realizaba muestras en espacios públicos de la ciudad.
En 1944, decoraron el auditorio de la Casa de la Madre Soltera. Ésta fue la última ocasión en que los cuatro estudiantes colaboraron, pues Rabinovich contrajo matrimonio y al poco tiempo se mudó lejos de la Ciudad de México. Frida Kahlo y José Chávez Morado habían sido testigos en su boda.
Un año después, los tres Fridos restantes realizaron un cuadro de gran formato que, por su contenido político, fue vandalizado con ácido durante una exhibición. Además, trabajaron como ayudantes de Diego Rivera en los mosaicos de piedra del Museo Anahuacalli, y pintaron cada uno un mural en el Hotel Posada del Sol. Los tres ingresaron al Partido Comunista Mexicano, donde militaron al lado de sus colegas artistas en la Célula Silvestre Revueltas.
Estrada, Monroy y Bustos se graduaron de La Esmeralda en 1947; sin embargo, nunca dejaron de frecuentar a su maestra, con quien mantuvieron una estrecha amistad hasta su muerte, ocurrida en 1954.
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A menudo recordados sólo por su etapa formativa, los Fridos tomaron marcados caminos individuales tanto en el arte como en la vida.
Arturo García Bustos compartió su vida con la pintora Rina Lazo. En la década de 1950, cuando ambos enseñaban en Oaxaca, García Bustos fue maestro del joven Francisco Toledo, que se inició en la gráfica en su taller. La pareja de artistas se dedicaría a la docencia en varias ocasiones, incluyendo una temporada en Guatemala y otra en Florencia, Italia, donde transmitieron la antigua técnica del fresco.
Arturo García Bustos falleció en 2017 en la ciudad que lo vio nacer.
La familia Monroy dejó Tlalpujahua cuando el trabajo en las minas de Michoacán escaseó. En aquel pueblo había nacido Guillermo —Memo— en 1924. Desde temprana edad, aprendió el oficio de carpintero y trabajó en la elaboración de muebles antes de entrar a La Esmeralda. Formó parte del Taller de Gráfica Popular, fue ayudante de José Clemente Orozco y posteriormente colaboró con Juan O’Gorman en el mosaico de piedra de la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria.
Monroy es autor de La tierra, mosaico de piedra que forma parte del Centro SCOP, y realizó dos murales en la Escuela Belisario Domínguez, en Tuxtla Gutiérrez, mismos que fueron censurados.
Fue profesor de artes plásticas en Chiapas, Guerrero y Morelos, donde finalmente se estableció en los años 60. Aguerrido e innovador, es reconocido tanto por su intensa actividad política como por su incursión en el arte de vanguardia. A los 100 años de edad, pinta y lucha apasionadamente. En 2024 recibió la Medalla Bellas Artes de Oro por su larga y fructífera trayectoria.
Su talento ha sido reconocido por distintos artistas; entre ellos el Dr. Atl, Juan O’Gorman y Marcel Duchamp, quien le entregó una beca que le permitió viajar por Europa. Sobre él, Diego Rivera escribió:
Su obra, orgánica, fresca y sólida, fascina a públicos de todas edades y orígenes. En 2024 recibió, junto a Guillermo Monroy, la Medalla Bellas Artes de Oro.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo .
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Source: www.ngenespanol.com