Christina Bu es una de las figuras que ha liderado el impulso del coche eléctrico en Noruega. Desde 2014 es la secretaria general de la Asociación Noruega de Vehículos Eléctricos (Norsk elbilforening). Bu subraya por teléfono que sin los incentivos públicos nunca habría sido posible la transformación del transporte por carretera en Noruega. El país nórdico promueve desde hace más de tres decenios medidas para favorecer a los eléctricos frente a los de combustión. En 1990 suprimió el impuesto de circulación para estos vehículos, en 1996 les facilitó peajes gratis, mientras que en 1999 permitió el aparcamiento gratuito en ciertas ciudades. Aunque algunas de estas medidas ya no están en vigor, fueron esenciales para convertir en atractiva la compra de este tipo de vehículos.
En 2001 se suprimió el IVA para los coches eléctricos, lo que abarata automáticamente su precio respecto a los de gasolina o gasoil, pues en Noruega esta tasa supone un incremento del 25% en el precio de un vehículo convencional. Por ejemplo, un utilitario de 40.000 euros pasa a costar 50.000 si es de combustión. “Tan importantes como los incentivos han sido los desincentivos”, destaca Bu. “Comprar un vehículo contaminante en Noruega es realmente caro, el coche eléctrico es la opción más económica”, añade.
A priori, Noruega no era un país que reuniera las condiciones para convertirse en el referente global de la movilidad limpia. Su escasa población —cinco millones de habitantes en una superficie mayor que la de Japón o Alemania—, el frío y una orografía montañosa suponían claros obstáculos al fomento del coche verde. El inicio de la transformación del transporte por carretera fue lento y poco esperanzador. Durante las primeras décadas no bastó con los incentivos y las ayudas públicas: la oferta limitada de modelos eléctricos, la poca autonomía de estos y la escasez de puntos de carga dificultaron el proceso. En 2012, los eléctricos solo representaron el 3% de todas las compras de coches de primera mano. El año pasado, esa cifra escaló hasta el 89%, y en algunos meses alcanzó el 94%.
Los avances tecnológicos de las últimas décadas han sido claves. Hoy se venden en Noruega más de 160 modelos de vehículos eléctricos, mientras que en 2014 no llegaban a la decena. Tesla ha superado a Toyota y Volkswagen y se ha convertido en la marca con mayores ventas en el país. Y los coches fabricados en China se multiplican por las ciudades noruegas. Además de una mayor variedad, las mejoras en la autonomía de los vehículos y el desarrollo de una amplia red de cargadores han sido elementos esenciales para el impulso definitivo del vehículo eléctrico en los últimos años.
El país nórdico cuenta con 30.000 puntos públicos de recarga, la segunda red más grande de Europa en proporción al número de habitantes, tan solo por detrás de Países Bajos, que tiene una elevadísima densidad de población. Por comparar, España tiene un número similar de cargadores pero para casi 10 veces más población (48 millones), lo que frena a muchos posibles compradores.
Desde el pasado septiembre, en las carreteras noruegas circulan más vehículos eléctricos (el 28%) que de gasolina. Aun así, los diésel son todavía los más frecuentes, pero la mayoría fueron adquiridos entre 2005 y 2010 y desde hace años cae en picado el número de matriculaciones. Bu considera que aún queda muchísimo camino por recorrer hasta la electrificación total del transporte por carretera, y destaca que entre los vehículos pesados y los comerciales ligeros las ventas de eléctricos no llegan al 30%.
El coche eléctrico no solo triunfa en Noruega: lo hace en todo el norte de Europa. En Islandia, las ventas de estos vehículos representaron en 2023 el 71% del total, en Suecia (60%), en Finlandia (54%) y en Dinamarca (46%), según datos de la Agencia Internacional de la Energía. Los cinco países nórdicos son los que tienen una mayor implantación del coche verde a nivel mundial.
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Source: elpais.com