Laporta gana tiempo, pero el Barça pierde prestigio

El verano pasado, mientras la selección española brillaba en Alemania, Laporta lanzó un mensaje esperanzador a la afición al afirmar que el Barça “podía permitirse el fichaje de Nico Williams”. Ignoró, no se sabe si voluntariamente, tanto el enfado potencial del Athletic como el impacto financiero que una operación de esta magnitud tendría en un club económicamente empobrecido. Cuando se supo que el menor de los Williams no quería abandonar Bilbao, el club filtró que su nueva apuesta era Dani Olmo. Al día siguiente, el director deportivo Deco viajó a Leipzig para cerrar el fichaje del catalán, aunque ya sabía que el área financiera había desaconsejado la operación: “No podremos inscribirlo. No tenemos fair-play”. La orden, sin embargo, llegaba desde la cúpula del Camp Nou.

Ante la necesidad de más ingresos, se activó una nueva palanca económica. Sin embargo, el comprador conocía la urgencia del club: los 400 asientos que el Barça pretendía vender por 200 millones de euros a 20 años fueron finalmente negociados por 30 años y 100 millones. Elena Fort, vicepresidenta institucional, intentó justificar: “No ha habido negligencia. Hemos tenido plan A, B y C. Si no están inscritos, no es por mala gestión, sino todo lo contrario”.

Los desatinos no se detuvieron ahí. Tras la venta problemática de Barça Vision —una operación imputada al fair-play financiero que el club nunca llegó a cobrar—, LaLiga exigió más certificados. Este llegó, pero fuera de plazo, dejando a Olmo y Víctor sin licencias. El Barça filtró que LaLiga le había concedido una prórroga de tres días; luego se retractó. En medio del caos, Laporta publicó, en un estado de WhatsApp, un supuesto comunicado de la Federación respaldando al club. Minutos después, lo borró. “No se puede creer”, se quejaron desde Las Rozas.

Estas inconsistencias comunicativas enfurecieron tanto a LaLiga como a la Federación, justo cuando ambas instituciones estaban dispuestas a colaborar, incluso arriesgándose a descontentar a otros clubes. Sin alternativas, Laporta buscó apoyo político. Según fuentes federativas, encontró un aliado inesperado en el Real Madrid. “El Barça y el Madrid se tienen que ayudar, lo digo con total sinceridad. Es un club entre los más grandes del mundo. ¿Por qué íbamos a enfadarnos?”, afirmó Florentino Pérez en la última asamblea del club madrileño.

A la espera de la respuesta definitiva del CSD, Laporta parece más tranquilo tras su altanera conducta en Yeda. El Consejo tiene hasta tres meses para resolver el caso. Si el fallo es desfavorable, los jugadores podrían quedar nuevamente sin licencia. Por ahora, Laporta gana tiempo, mientras el Barcelona pierde prestigio.

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