Normas, muros y pendientes

Hoy esto va a ir de escaleras, de paredes, de muros y de pendientes. Y va a seguir siendo una columna sobre fútbol. Puede que incluso vaya a ser la más táctica de todas. No lo sé.

Hace ya algunos meses, quedé atrapada en un artículo maravilloso de Jamie Hamilton en Medium, en el que introducía un concepto que apenas había escuchado hasta entonces: el relacionismo. Lo presentaba como un nuevo paradigma en el fútbol, una especie de oposición al juego posicional tan extendido, que implicaba pasar de anclar a los futbolistas en determinadas zonas para mantener orden y racionalidad en el campo, a pretender una suerte de movilidad aleatoria alrededor del balón, sin sistema ni estructura aparente.

No es caos. Es juego. Esa es la principal obsesión que se desprende de todo lo que comparte Hamilton en redes sociales. Donde la mirada escolarizada, el ojo posicional ve acumulación desproporcionada de jugadores en un mismo sector y ya tiembla ante una eventual pérdida del balón por la falta de equilibrio, el periodista ve oportunidades. Poesía. Traza diagonales, monta escaleras e inventa jugadas que son pura imprevisibilidad y, por tanto, parecen la peor amenaza ante rivales que defienden en posicional.

¿Pero cómo se entrena tanta movilidad? ¿Es solamente juntar a los jugadores y dejarles fluir? ¿Dónde tienen que estar los límites de la libertad de los futbolistas sobre el terreno de juego? En Meditaciones de entrenador, Andreu Enrich habla de ello con un arte especial, filosófico, siguiendo el hilo de su admirada obra Ciudadela, de Saint-Exupéry. Cree que el trabajo del entrenador consiste en “edificar alrededor de los jugadores; capturarlos en una suerte de muros y pendientes, que luego ellos habiten, recorran y terminen denominando equipo”. Para Enrich, el entrenador es un arquitecto que, a partir de cómo diseña su “ciudad”, promoverá unas maneras de habitar —jugar— y reducirá, casi eliminándola, otras. Así se modela el juego.

Puede que, por esa misma comparación urbanística, por pensar el juego y preparar los partidos desde planos sacados del AutoCAD, Frenkie De Jong siente que “el fútbol se está volviendo muy robótico, demasiado táctico”. Lo dijo en una entrevista para Voetbal, lamentando que todo esté “tan programado” y que a los jugadores se les limiten las opciones de relación para crear “triángulos”. De nuevo lo arquitectónico, las geometrías.

Establecer bien las líneas rojas definirá lo que es o lo que no es tu equipo. Las calles por las que paseará y las pendientes que esquivará. Pero, ojo, blindarse de muros encierra a las personas y las aísla. Hay jugadores que no saben jugar en una parcela, que funcionan mejor cuando abarcan más terreno. Pienso en Bellingham, en Fede Valverde. En De Jong. No creo que Ancelotti sepa que hace relacionismo, pero su Madrid ataca más por instintos que por patrones. Solo Carlo sabe cómo ha llegado a eso.

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