Cuando el Real Madrid parecía haber salido contra el Celta del hoyo al que había caído en el terrible clásico de Arabia, se tiró de nuevo dentro, cavó un poco más, rozó el ahogo, pisó el fondo y volvió a escapar del agujero en la prórroga rumbo a los cuartos de final de la Copa del Rey. Sigue desconcertado, pero aún está vivo, después de representar una versión aún más loca de las locas noches del Bernabéu en la que regresó del ostracismo Endrick para voltear la noche.
Y eso que sabía cómo estaba su gente, con ganas de desahogo ya desde las presentaciones por megafonía. Tchouameni empezó a coleccionar silbidos antes de empezar, más que Lucas Vázquez, Vinicius y Ancelotti. El italiano introdujo seis cambios respecto al clásico de la final, pero mantuvo a los más señalados, sobre todo el francés, aunque lo situó como pivote. Y allí dejó un partido muy notable, tal vez su mejor función del año. Su lugar al lado de Rüdiger lo ocupó Asencio, el más celebrado, atento y contundente al corte. Pero hasta eso se dio la vuelta cuando derribó a Bamba a cinco segundos del minuto 90 y Marcos Alonso abrió con su gol el paso a una prórroga insólita.
Mbappé ya volaba hacia la otra portería. Se enganchó a la pelota en el centro del campo y atravesó hasta Iván Villar. Aunque antes de alcanzarlo se le cruzó Javi Rodríguez. Lo burló y reventó la red. Otra carrera de 50 metros del francés que terminó en gol, como en Yeda. El Real a la estela de la inspiración de Mbappé, de nuevo el más brillante del grupo. El francés escogió el momento justo para darle el balón a Brahim al borde del fuera de juego, y desde ahí el malagueño lanzó a Vinicius al espacio. Solo ante el portero, el brasileño no falló.
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Source: elpais.com