Tras la liberación de las rehenes israelíes, las familias de los presos palestinos esperan su turno

Kanaan podrá, pues, abrazar de nuevo a su hermana tras casi un año en detención administrativa, una herramienta de la justicia militar —criticada por las organizaciones de derechos humanos y agencias de la ONU— por la que Israel mantiene a miles de palestinos sin cargos ni vista judicial, incluso durante años. Pero las cárceles israelíes se han convertido en un infierno desde el 7 octubre de 2023, cuando el ataque de Hamás generó un sentimiento de venganza hacia los palestinos y con el ultraderechista Itamar Ben Gvir al frente del Ministerio de Seguridad Nacional, del que dependen los presidios. Así que, más que alegre, Kanaan está preocupada.

Decenas de presos han muerto entre rejas desde octubre de 2023. El último, este sábado, Mohamed Jaber, de 22 años, que llevaba 14 meses en detención administrativa, según la Comisión de Asuntos de los Detenidos y Presos Palestinos.

La prestigiosa ONG israelí de derechos humanos B’tselem publicó en agosto un informe en el que concluía, a partir de 55 testimonios, que Israel viene aplicando desde octubre de 2023 una “política institucional y sistemática enfocada en el abuso y tortura de todos los presos”, con la vista gorda del Tribunal Supremo y la Fiscalía General.

“Desde que empezaron los rumores de que habría un pacto hasta que, solo hoy mismo, nos confirmaron que mi hermana está en la lista, ha sido extremadamente difícil toda esta incertidumbre”, lamenta”. “Aún hoy no estoy segura de que vaya a salir, hasta que no la vea y toque yo misma. Me voy a quedar aquí esperando para asegurarme de que de verdad sucede”.

La espera, en medio del frío, no ha hecho más que empezar. Hay poca gente, apenas unos cientos de personas. Muchas cosas juegan en contra de la convocatoria. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) no ha organizado una recepción oficial, que podría volverse en su contra en uno de sus momentos —si cabe— de mayor desprestigio interno. Los propios vecinos han puesto barreras para cerrar el paso al tráfico y aun así pasan constantemente camiones, que interrumpen la concentración.

Todo en el acto muestra el ínfimo prestigio de la ANP, sobre todo por su colaboración de seguridad con Israel y su perfil bajo durante la guerra de Gaza. Más aún en un día en el que la interpretación general es que es el uso de la fuerza (la toma de rehenes por Hamás) el que está trayendo de vuelta a los presos. Los escasos congregados ondean banderas de Hamás, sobre todo, del Frente Democrático para la Liberación de Palestina e incluso del partido-milicia libanés Hezbolá o de Yemen, cuya milicia hutí ha lanzado misiles y drones contra Israel hasta este mismo sábado.

De Al Fatah, el partido del presidente de la ANP, Mahmud Abbas, casi ninguna. El portavoz de Al Fatah, Abdel Fattah Dawla, que ha acudido al lugar, resta importancia al fenómeno: “En la reunión del comité de Fuerzas Naciones e Islámicas Palestinas acordamos solo ondear la bandera palestina. Luego hay gente aparte que es libre para ondear la que quiera. No significa nada”.

A esto se suman las informaciones que llegan a través de los teléfonos móviles de que colonos ultranacionalistas judíos opuestos al alto el fuego en Gaza están apedreando coches a su paso por la zona y han quemado casas y vehículos de palestinos como venganza colectiva. Algunas familias de presos tienen miedo y prefieren esperarlos en casa. Tampoco ayuda el recuerdo del primer canje de rehenes por presos, en noviembre de 2023, en el que los soldados israelíes lanzaron gases lacrimógenos en esa misma rotonda para frenar las celebraciones

Tampoco ahora están permitidas. A Mohamed Amer (cuya hija Yenín se dispone a recobrar la libertad) se lo recordó por teléfono esta misma tarde un oficial del Shin Bet, los servicios de inteligencia en Israel y Palestina. “Me dijo: ‘no quiero ver ni una bandera de Hamás ni una celebración. Como alces una sola bandera, entramos en la casa”, en la localidad de Dura, en el sur de Cisjordania, cuenta cerca de una hoguera que ha encendido un grupo de jóvenes para calentarse.

Yenín tiene 23 años y lleva 14 meses en prisión, todos en detención administrativa. En el listado del servicio de prisiones aparece como miembro de Hamás encarcelada por “apoyar el terrorismo”.

Su padre, ganadero y con otros seis hijos en libertad, cuenta que, cuando Yenín entró en prisión, guardó un cordero —“entonces era pequeño, ahora más grande”, aclara— para sacrificarlo cuando saliese. Más allá de la celebración, le servirá para poner fin a lo que define como los 14 meses de “hambre, frío, miedo y humillación” que lleva sufriendo su hija en las cárceles bajo mando de Ben Gvir, según lo que ha escuchado de otros presos.

Mohamed es, a la vez, padre y palestino. Como lo primero, siente la “alegría de saber” que su hija será de nuevo libre en unas horas. Como lo segundo, “orgullo nacional”. “Es muy difícil romper a nuestro pueblo”, añade.

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