Cuando era niño, el investigador indio Anil Jain (Basti, 1948) no estaba especialmente interesado por la tecnología. No recuerda ningún momento de película en el que de repente, algo captó todo su interés hasta el punto de hacerle tomar la decisión de dedicar su …
Desde los inicios de su carrera como investigador, Jain estuvo volcado en intentar enseñar a las máquinas a reconocer patrones y diferencias. En la década de los sesenta desarrolló herramientas con las que el ejército de Estados Unidos podía saber fácilmente si un avión en el cielo era de su propiedad o pertenecía a un potencial enemigo del país.
De ahí pasó a estudiar cómo discernir si las imágenes médicas mostraban el indicio de alguna enfermedad, y después a mostrar a un ordenador a reconocer la dirección a la que se enviaba una carta postal.
Sin embargo, el trabajo con el que el indio se convirtió en referencia dentro de la comunidad científica no llegó hasta los años noventa, cuando creó una máquina capaz de detectar la coincidencia entre dos huellas dactilares 100 veces más rápido de lo que era posible hasta entonces. El ingenio dio de sí para el registro de seis patentes. Y sin este todavía, a día de hoy, los usuarios probablemente seguirían dibujando patrones con el dedo sobre las pantallas sus teléfonos para poder desbloquearlos.
El investigador apunta directamente a un caso ocurrido a raíz de los atentados islamistas con bomba del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Pero el fallo no tuvo lugar en España, sino en Estados Unidos. Brandon Mayfield, abogado musulmán nativo del estado de Oregón, fue detenido por el FBI y pasó dos semanas encarcelado después de que, erróneamente, la agencia norteamericana creyese haber encontrado una huella dactilar del jurista en las bolsas con detonadores relacionadas con la masacre. Años después recibió una disculpa pública y una compensación de dos millones de dólares.
Robert Williams, un afroamericano de 42 años, fue arrestado en enero de 2020 frente a su hogar en Detroit debido a una identificación errónea por parte de un sistema de reconocimiento facial. Las imágenes de una cámara de vigilancia de una tienda de lujo fueron comparadas mediante este sistema, que lo señaló incorrectamente como el presunto perpetrador de un robo. Williams fue detenido durante 30 horas antes de que las autoridades reconocieran el error y lo liberaran.
También en el país norteamericano, pero un año antes, en 2019, Ousmane Bah, un joven de Nueva York, demandó a Apple por 1.000 millones de dólares alegando que un error en el sistema de reconocimiento facial de la compañía lo vinculó con una serie de robos en las tiendas de la propia firma de la manzana. Según la demanda, el verdadero ladrón utilizó una identificación perdida de Bah y, debido a un fallo en el sistema, su rostro fue asociado incorrectamente con los delitos, lo que llevó a su arresto. Finalmente fue liberado. La compañía del iPhone negó que recurriese a esta clase de tecnología en sus comercios.
Sea como sea, Jain lo tiene claro. Aunque el reconocimiento facial y dactilar están muy desarrollados, ni son perfectos ni espera que lo vayan a ser en el futuro: «Bueno, nunca habrá un sistema perfecto, porque los humanos (que somos los que los hacemos) nunca hemos sido perfectos. No importa lo bien que funcione nuestro sistema visual humano, siempre cometemos algunos errores. A veces puedes estar caminando por un centro comercial y, de repente, ves a una persona que crees que es tu amigo, y comienzas a hablar con él, y luego te das cuenta de que, oh, cometiste un error. ¿Verdad?».
A pesar de ello, el indio pone en valor el trabajo que ha realizado la Unión Europea a la hora de controlar cómo los estados pueden hacer uso de esta herramienta en suelo comunitario. La Ley de IA, aprobada a inicios del año pasado, recoge que el reconocimiento facial en espacios públicos en tiempo real está prohibido de forma general, y únicamente puede ser empleado en casos muy concretos, como la búsqueda selectiva de una persona desaparecida o la prevención de un atentado terrorista.
Source: www.abc.es