Trump ha reiterado su propuesta de reubicar a los habitantes de Gaza en Egipto, Jordania “y otros muchos países”, pero añadiendo que sería de forma “permanente” y señalando que Gaza se convertiría en un lugar “internacional” en el que “también” podrían vivir palestinos.
No precisó cómo piensa ejecutar una propuesta que contraviene el derecho internacional, un corpus entero de resoluciones de la ONU y no tiene en absoluto en cuenta la voluntad de los gazatíes. Tampoco le parece un gran obstáculo, parece, la oposición cerrada de Jordania y Egipto a un plan que pone en peligro su propia estabilidad: “tengo la sensación de que aunque digan que no, el rey de Jordania (Abdalá II) y el (presidente) de Egipto, Abdelfatá el Sisi, abrirán sus corazones y nos darán el tipo de tierra que necesitamos para conseguir esto y que la gente pueda vivir en paz y armonía”, declaraba.
La solución de los dos Estados, Israel y Palestina, que ha sido la política oficial de Estados Unidos durante décadas y que la Administración del demócrata Joe Biden planeaba como el objetivo final de las negociaciones sobre el futuro de Gaza, parece muerta y sepultada. “Hemos tratado la otra manera durante décadas y décadas y décadas. No va a funcionar. No ha funcionado nunca, y no funcionará jamás. Hay que aprender de la Historia. La Historia no puede seguir repitiéndose”.
“Nos vamos a asegurar de que se hace algo de verdad espectacular”, declaró Trump en una rueda de prensa en la que en ocasiones sonó más como el antiguo promotor inmobiliario que fue que el estadista que aspira a ser. “Van a tener paz… la única razón por la que los palestinos quieren volver a Gaza es que no tienen alternativa. Pero ahora es un sitio de demolición. Prácticamente cada edificio está derrumbado, viven debajo de escombros de cemento, es muy peligroso. En cambio, pueden ocupar una zona preciosa con viviendas y seguridad, vivir sus vidas en paz y armonía”, declaraba.
Previamente, un alto funcionario había tratado de matizar las líneas maestras de un plan que ya ha recibido un tajante rechazo árabe, y aseguraba que el presidente estadounidense no trataba de imponer una solución, sino de colaborar con árabes e israelíes.
La segunda fase del acuerdo de alto el fuego para Gaza y el programa nuclear de Irán iban a ser los asuntos protagonistas de la reunión dividida en dos partes —encuentro y una cena de trabajo— entre Netanyahu y Trump. Una conversación en la que ambos han reseteado una relación personal más que borrascosa entre ambos, pero que fue de enorme conveniencia política para los dos líderes durante el primer mandato del republicano. Y va a ser, a tenor de lo anunciado en la rueda de prensa, una dulce luna de miel en su segunda legislatura. Inmediatamente antes de la reunión, Trump firmaba una orden ejecutiva en la que declaraba la vuelta a la era de “máxima presión” contra Irán: “espero que no tengamos que utilizarla mucho”, ha apuntado en la ceremonia de firma en el Despacho Oval, “es muy dura contra Teherán”.
El encuentro entre ambos tuvo el formato de las grandes ocasiones. Una reunión a solas entre ambos y sus asesores más cercanos, primero. Otra, con sus equipos al completo, inmediatamente después. Y más tarde una cena de trabajo, precedida de una rueda de prensa con todas las alharacas en la Sala Este de la Casa Blanca, la de mayores dimensiones de toda la residencia presidencial.
Todo en la rueda de prensa ha sido tan sorpresivo que el foro israelí que representa a las familias de los rehenes y presiona para completar el alto el fuego en Gaza ha cancelado, sin especificar los motivos, la reacción que tenía prevista en cuanto acabase.
En semejante caldo de cultivo, la propuesta de Trump sobre el desalojo de Gaza cae como una bomba. La idea de un desplazamiento forzoso de la población gazatí suena distinto en Washington o en Israel, donde una mayoría lo apoya (según un sondeo difundido este martes) y ha recibido el apoyo de políticos de derecha tanto en el Gobierno como en la oposición. En cambio, ha generado el rechazo frontal de palestinos y de los países árabes. Lo que propone Trump es la segunda edición de la Nakba, la limpieza étnica que se produjo entre 1947 y 1949, cuando cientos de miles de palestinos huyeron o fueron expulsados ante el avance de las milicias sionistas y, tras la creación del Estado de Israel y el inicio de la primera guerra con los vecinos árabes. Tres cuartos de siglo después, los refugiados palestinos son hoy millones, al sumarse sus descendientes (entre ellos la mayoría de los gazatíes) y nunca han podido volver a unos hogares de los que se despidieron creyendo que estarían de regreso en cuestión de semanas.
Los dos líderes abordaban también el programa nuclear iraní, contra el que un Netanyahu pletórico tras los golpes a Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza se ha mostrado cada vez más dispuesto a ir a por todas. Según el diario Yediot Aharonot, el israelí cree que solo yendo a por Irán será posible el efecto dominó de normalización de las relaciones con su país.
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Source: elpais.com