Trump extiende a todo el mundo su guerra comercial con aranceles al aluminio y el acero

Los gravámenes no solo perjudicarán a esos países; también prometen aumentar los costos para las empresas y los consumidores estadounidenses, un grupo de afectados que incluye desde la industria automovilística a los aficionados a los refrescos y la cerveza en lata.

La nueva Administración considera que los beneficios de los gravámenes anunciados serán mayores para la industria nacional de acero y aluminio que sus perjuicios para el resto. Así lo repitió este lunes en una llamada con periodistas el un alto funcionario de la Casa Blanca, que habló desde el anonimato. “Los aranceles al acero y al aluminio 2.0 pondrán fin al dumping extranjero, impulsarán la producción nacional y asegurarán nuestras industrias como columna vertebral y pilares de la seguridad económica de Estados Unidos”, afirmó.

La medida no pudo ser una sorpresa para nadie, porque Trump había avanzado el domingo por la tarde su intención de cambiar las reglas del comercio de ambos productos, como ya hizo durante su primera presidencia, cuando decretó en 2018 impuestos del 25% al acero y del 10% al aluminio. También, porque durante la campaña que lo devolvió a la Casa Blanca, el candidato repitió en sus mítines que “aranceles” era su “palabra favorita” del diccionario.

El avance lo escenificó a bordo del Air Force One, ante un puñado de reporteros que lo acompañaban a Nueva Orleans a la final de la liga nacional de fútbol americano (NFL). Mientras un ayudante sostenía un mapa algo tosco con el nuevo nombre que le ha dado al que Trump ha decretado que pase a llamarse de América, el presidente también prometió que anunciará aranceles recíprocos “el martes o miércoles” sobre otros productos, con los que ya había amenazado la semana pasada y que entrarán en vigor cuanto antes. “Es muy simple: si nos cobran, nosotros les cobramos”, dijo.

Canadá, cuyo primer ministro, Justin Trudeau, y algunas autoridades provinciales, habían respondido con una lista detallada de aranceles a productos estadounidenses, especialmente escogidos para hacer daño a los Estados republicanos del vecino del sur, obtuvo un respiro similar, con parecidas promesas destinadas a controlar el tráfico de personas y de fentanilo en la linde entre ambos países.

La ausencia de salvedades amplía esta vez el club de los damnificados por el proteccionismo de la nueva Administración estadounidense, decidida a redoblar la apuesta por el aislacionismo de su primer mandato. En ese club llevaba desde la semana pasada China, a cuyos productos Trump anunció que les impondría aranceles del 10%, con el argumento, usado también con Canadá y México, de que Pekín no hace lo suficiente para detener el tráfico ilegal de fentanilo. Este es un potente opiáceo al que se responsabiliza de alrededor de las tres cuartas partes de las cerca de 100.000 muertes por sobredosis que se registran cada año en el país. Tras esa estrategia, culpar a otros de la crisis de drogas más grave de la historia de Estados Unidos, se esconde una insistencia en ignorar quién y dónde se genera la demanda de fentanilo.

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