El Real Madrid empata con Osasuna y se atasca en la Liga

El Sadar no fue el Etihad, Sergio Herrera le sacó la mano derecha firme a Kylian Mbappé en el último suspiro, y el Madrid cerró su tercera jornada liguera sin ganar y mirando otra vez al árbitro. Empezó en hora en Pamplona, con buena letra, tomó ventaja y acumulaba ocasiones. Apenas oteaba nubes en su horizonte más allá de la escasa renta a la vista de las ocasiones que disfrutaba, hasta que el viento giró de forma brusca a punto de alcanzar la pausa.

Una tarjeta roja sin contemplaciones a Jude Bellingham por protestar al colegiado, Munuera Montero, fue el comienzo de otra tarde a medias para los blancos en el torneo doméstico, culminada por otro pisotón castigado por el VAR al inicio de la segunda mitad, de Camavinga a Budimir. Penalti, gol, empate, otros dos puntos que vuelan del cesto merengue y más quejas sobre el árbitro. La igualada del Atlético ante el Celta le permitió mantener el liderato, pero el Barça amenaza por detrás.

El Madrid pasaba del magnetismo de la Champions a la mina de la Liga. Un viaje que a menudo conduce al equipo a la procrastinación. No fue así esta vez. Los blancos se presentaron puntuales, serios, aplicados y al ritmo de Modric. La carrerilla de Mánchester le sirvió para arrancar con buena letra. Presionando incluso arriba a un Osasuna con menos energía de la esperada.

La cabeza de Vinicius y la zurda de Mbappé tuvieron el gol a un palmo sin llegar al minuto 10. A los muchachos de Ancelotti solo les faltaba el emboque mientras Modric movía las piezas. El balcánico anda fino de fuerzas y su pie no cumple años para imponerse si el viento del juego del equipo le sopla de cola. Como así pasaba y quedó confirmado con el tanto de Mbappé.

Los registros de Valverde son múltiples y, acodado de nuevo en el lateral derecho ante Bryan Zaragoza, se descolgó en ataque por su orilla en una función que ya le resulta familiar para que Mbappé la mandara a la cazuela. El francés, durante tantos meses en el diván también por su posición, se mueve ya como un nueve de toda la vida.

La larga inferioridad no replegó a Ancelotti, que envidó con Rodrygo mediada la segunda parte, su único cambio. Tres atacantes puros para buscar los espacios frente a un Osasuna que pasó de la dormidera inicial al convencimiento de que la cita se le había puesto a mano, aunque sin locuras. Lo suyo eran los centros en busca de Budimir.

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