Juan Carlos Rivera, médico: “La mayor parte de familias tenemos a un alcohólico cerca”

Juan Carlos Rivera nació en Almendralejo (Badajoz) hace 66 años. “Es la ciudad internacional del vino, imagínate”, dice. Porque Rivera, licenciado en Medicina y Cirugía General, diplomado en Medicina de Empresa y con un máster en drogodependencias y sida, ha dedicado casi toda su vida profesional a combatir y a tratar el alcoholismo. “Cuando se habla de drogas solo se piensa en las ilegales, del alcohol nos olvidamos”, afirma. Sonríe cuando explica que él no ha venido a esta entrevista a regañar a nadie, sino a informar de lo que pasa en nuestro organismo cuando esa copa de vino o ese chupito entran en el estómago.

Pregunta. Leo en su currículo: “Médico de la Unidad de Alcoholismo del Complejo Socio Sanitario de Plasencia desde febrero de 1988 hasta 2023″. Dice que entró ahí un poco por casualidad.

Respuesta. Una vez conseguida mi plaza, me propusieron trabajar en esa unidad, que se había abierto a semejanza de una que había en Bétera (Valencia). Nunca había hecho nada parecido, en la carrera jamás me hablaron de drogas ni me formaron para abordarlas, y los alcohólicos rehabilitados me sonaba un poco a secta. Era la época del Plan Nacional de Drogas, pero solo atendían heroína e ilegales, del alcohol se olvidaron. Que se siga separando hoy el alcohol de las drogas… en fin.

P. ¿Qué se hace en esa unidad?

P. ¿Usted diría que el alcoholismo es una epidemia silenciosa?

R. En los centros de adicciones se tratan normalmente unos 25.000 casos al año, pero hay más de un millón de personas que abusan del alcohol que no va a los centros, porque es algo que está muy ligado a nuestra cultura y a nuestros propios intereses como país vitivinícola. Siempre vemos muy bien que la gente beba, pero no tan bien que se pase. Eso conlleva un estigma que obstaculiza que el propio paciente que tenga este problema se acerque a los recursos que tiene a su disposición. Los datos también nos dicen que antes teníamos un patrón mediterráneo de consumo, ahora estamos importando el anglosajón, más intensivo, a base de atracones.

P. ¿Es posible hacer un retrato robot?

R. Sí hay un perfil del que acude a consulta, y a las unidades hospitalarias llegan siempre los casos más graves, pero toda la gente bebe. Los pacientes que vienen a mi unidad suelen venir presionados por sus familias, por el trabajo. Todo siempre envuelto por el silencio y el secreto. “Que no lo sepan mis hijos”, “que no se enteren en el trabajo”, algunos hasta aprovechan su mes de vacaciones. El que viene porque quiere dejar de beber son los menos. Cuando empezamos, en la unidad la edad media era de 40 años, ahora tenemos también veinteañeros.

P. Hábleme de sus efectos.

P. Detálleme eso, por favor.

P. En las películas y en las series ahora la gente fuma menos, pero esa copa de vino al llegar a casa después de un duro día de trabajo…

R. Es tan cool, ¿verdad? Siempre se vincula el consumo con escenas en las que todos disfrutan muchísimo.

P. Habrá quien le llame agorero, que le acuse de querer coartar sus libertades.

R. Yo lo que quiero es que entendamos lo que es una adicción, que es una enfermedad. Que el alcohol es una droga que provoca adicción. Y me encantaría que todos los médicos trataran el alcoholismo igual que la artritis, ambas enfermedades crónicas. Igual que hay un protocolo para los diabéticos, estaría bien que hubiera uno para que en las consultas de atención primaria se interviniera en este tipo de casos. Sin presión, solo para incorporarlo en la historia clínica.

P. ¿Cuánto hay de desinformación y cuánto de negacionismo?

P. ¿Tiene cura el alcohólico?

R. Te pregunto yo: ¿tiene cura el diabético? A día de hoy, no.

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