“Quiero separar al hombre al que se juzga hoy del padre que hizo que nunca me faltara de nada”. Con voz quebrada y manos temblorosas, Daniel, de 38 años, mira de reojo al cristal blindado donde se encuentra el denunciado al que describe como “inteligente, cultivado y volcado en sus hijos”. Ha sido el único momento en el que, al agachar la cabeza, ha mostrado algo de emoción. Joël Le Scouarnec, excirujano francés de 74 años, está acusado de haber violado y agredido sexualmente a 299 pacientes, la mayoría niños, entre 1989 y 2017, en los hospitales donde trabajó.
Con la mirada baja, Daniel, con nombre ficticio, ha sido el primero de los tres hijos del acusado en declarar en el macrojuicio que comenzó ayer en Vannes (Bretaña). Ha relatado una infancia feliz tras haber insistido en que jamás notó nada raro en el comportamiento de su padre. “Nunca tuve conocimiento de los hechos, cuando ocurrieron yo era pequeño y luego adolescente. Lo supe todo cuando fue detenido, en 2017″, ha explicado.
Su hijo dice no haber tenido nunca conocimiento de esta condena y no haberle preguntado a su madre: “He tenido una infancia muy feliz, mi padre ha estado siempre presente en mis estudios, nos íbamos de vacaciones (…) Guardo un gran recuerdo de mi padre, pero ya no estoy en contacto con él desde 2017, así que me gustaría guardar esa imagen suya”.
“Soy alguien en la vida, a pesar de los hechos, y esto es gracias a la educación de mis padres. Entonces, sí quiero diferenciar al hombre del padre. Por eso, gracias a ese padre por lo que hizo por mí. Por protegerme, por no mostrármelo. Aunque me cuesta mucho llevar mi apellido”, ha concluido. En el turno de réplica, el acusado de pederastia se ha dirigido al hijo: “Quizá ya no nos veamos más. Te quiero y quiero pedirte perdón”. Es la primera vez que este le ha mirado a la cara.
También ha declarado Gabriel, de 42 años, que ha descrito una “infancia feliz, con padres que me han inculcado valores”. Ha hecho referencia a los abusos por parte de su abuelo, entre los cinco y los 10 años: “Tengo las imágenes en la cabeza y las tendré toda la vida”. Dice no haberse enfrentado, ya de adulto, a su abuelo, que murió en 2018, un año después de que fuera detenido su padre. De su padre ha dicho: “no le tengo odio porque no tengo nada que reprocharle como padre”.
Entre 1990 y 2016 anotó sus abusos en cuadernos, a modo de diario. Empezó a escribirlos en 1990, pero más regularmente entre 1996 y 2016, alrededor de medio centenar de páginas por año. Fueron descubiertos cuando se le detuvo en 2017 tras la denuncia de abusos a otra menor. La mujer que los encontró se llama Nadia Martineau, agente en Jonzac, ciudad francesa donde vivía el acusado. Es la persona que participó en el registro de la casa de Le Scouarnec. Ella descubrió los cuadernos y los investigó. Es un pilar fundamental de este caso, pero lleva meses de baja por la afectación que le ha causado este caso.
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Source: elpais.com