Endrick apura la Copa y da la victoria al Madrid ante la Real Sociedad

El Real Madrid salió de Anoeta con ventaja en la eliminatoria con un plan antiguo ejecutado por caras nuevas: Lunin y Endrick, un portero iluminado y un nueve sin rodeos. Dos tipos a quienes les ha quedado la Copa como refugio, y que la exprimen con entusiasmo. Así aplacó el Madrid el empuje desaforado de la Real, picante por las bandas, indesmayable en el esfuerzo, y así se fue con una ventaja mínima rumbo a la lejana vuelta de las semifinales, allá por el 1 de abril en el Bernabéu.

Fue una primera entrega vibrante y abierta desde el primer silbatazo. Anoeta abrió las compuertas y la segunda semifinal brotó con el ímpetu de la primera, el desparrame de los ocho goles de la noche antes en Montjuïc. La Real Sociedad se lanzó a por el Madrid como si ya se estuviera consumiendo la eliminatoria, con una especie de arrojo salvaje que desconcertó al pelotón de Ancelotti. Les apagó la luz con la presión arriba y no encontraban por dónde avanzar ni qué hacer con la pelota. Se les esfumaba en los pies y Barrenetxea y Take Kubo despertaron a un Lunin que no se había retirado las legañas y que ya no descansó los ojos en toda la noche. El ucranio aguantó el primer tiro a bocajarro y después agarró sobre la línea una pelota que se le apareció ahí de repente después de un córner que peinó Brais Méndez en el primer palo.

El comienzo del equipo de Alguacil fue abrasador. Camavinga no tenía tiempo ni de girarse ni de escoger el destinatario correcto y Tchouameni, todo seguridad ya en cualquier puesto, optó por sacarse el compromiso con dos pelotazos. Apretado contra su área, el Madrid empezó a rebajar las pulsaciones a través del pase. Aparecieron Ceballos y Bellingham para abrir claros en la maleza en la que se vieron de repente, y hasta Vinicius se descolgaba para encontrar espacios al otro lado.

Pese a encontrarse al principio de una semana que le va a cruzar con el Madrid, el Barça y el Manchester United, Alguacil no se guardaba nada: apretaba con todos los refrescos, de Becker a Óskarsson. Y así seguían apuntando sin premio al área de Lunin en un ida y vuelta más descamisado, con cierto aire terminal, en el que Remiro también tuvo que trabajar. Pese al intercambio de tiros, la noche solo dio premio a Endrick, motor en esta Copa del Madrid, al que ya rescató contra el Celta en una situación muy límite.

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