Y eso pese a que el Madrid despachó un comienzo que dejó la impresión de que había entrado en una especie de trance en el que todo le fluye sin importar quién juegue. Volvía Mbappé después de perder una muela, pero faltaban Valverde, lastrado por algún problema inconcreto, Bellingham, sancionado, y Ceballos, recién caído el miércoles en Anoeta. Incluso sin esas piezas, que habían resultado esenciales en el ajuste colectivo, el Real encadenó un largo monólogo durante el que el Betis apenas contemplaba el tránsito de la pelota.
Todo funcionaba con precisión en el engranaje de Ancelotti. La máquina tejía desde atrás, atravesando la vigilancia rival como si se tratara de una cortina de vapor. Alaba aparecía por primera vez de inicio después de muchos meses, y no parecía haberse ido nunca: seguro en el corte, atrevido en la salida. Funcionaba esa línea y también la siguiente, con Tchouameni atento y Modric a cargo de la dirección. Por delante, todo eran amenazas: Vinicius, Rodrygo, Brahim y sobre todo Mbappé.
Por entonces, cuando el Betis cazó el empate, la lluvia aún caía con timidez. Johnny cabeceó un córner botado por Isco. Courtois se encontró de repente la pelota en la cara y no pudo despejar. El cielo sevillano abrió más las compuertas y el Madrid sufría bajo el doble chaparrón de juego y agua. Parte del público se había retirado a resguardarse cuando Johnny cabeceó otro córner y Courtois dio algo más de tiempo a su gente con otro de sus raptos de iluminado. El remate le llegó levemente desviado por Tchouameni, y después de un bote en la hierba empapada. El belga disparó el brazo derecho como liberado por un resorte y espantó la pelota de un manotazo.
Ancelotti recurrió al banquillo, primero con Camavinga y Güler, y después con el movimiento inesperado de retirar, con algo más de un cuarto de hora por delante, a Mbappé para confiar el último tramo al hambre de Endrick, que sacó premio el miércoles en Anoeta. Al novato y a la agitación de Vinicius, ya con más revoluciones que acierto, e incluso al recurso desesperado de instalar a Rüdiger como delantero centro. Nada. A tres días de recibir al Atlético en la ida de octavos de la Champions, el Madrid se encontró descosido de nuevo por Isco, esa vieja historia.
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Source: elpais.com