La UE da un paso histórico para desplegar un gran paraguas de seguridad y defensa frente a la amenaza rusa

En Bruselas, muchas decisiones se envuelven en la etiqueta de históricas, de inéditas. No siempre lo son. Pero ahora, como lo fue la respuesta común frente a la pandemia de coronavirus en 2020, la Unión Europea inicia una senda histórica en su política de defensa. Ante la amenaza del Kremlin, que ha dinamitado la arquitectura del viejo continente con su ofensiva en Ucrania, el club comunitario se prepara para erigir un amplio paraguas de seguridad que reemplace, con el tiempo, el de su gran aliado estadounidense que, con la llegada de Donald Trump, no lo es tanto. Los Veintisiete abrazaron con fuerza el jueves, en una cumbre extraordinaria en Bruselas, el plan de rearme diseñado por el Ejecutivo comunitario que abre la puerta al endeudamiento sin penalización para el gasto en defensa y emitirá, por vez primera, deuda común —además, bajo garantías del presupuesto comunitario— para pagar material militar. Y es solo el inicio del camino.

El club comunitario, que nació como un proyecto de paz tras la II Guerra Mundial, rompe otro tabú y avanza así hacia una Unión Europea de la defensa, en un mundo cada vez más hostil en el que el orden basado en reglas peligra. “Hoy se está escribiendo la historia”, remarcó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una conferencia de prensa en Bruselas junto al presidente del Consejo Europeo, António Costa. “Europa afronta un peligro acuciante y claro. Y estamos dispuestos a invertir en defensa mejor, más rápido y juntos”, añadió.

Tras décadas de declive en el gasto militar, en las que se ha descuidado la industria del sector y después de un despertar abrupto, hace ya tres años, con la invasión rusa a gran escala, el plan de rearme marca un salto cuantitativo y cualitativo para el bloque, formado por 27 países y 450 millones de habitantes. El proyecto, que supone solo el principio de un cambio de paradigma mucho más amplio, aspira a movilizar hasta 800.000 millones de euros en los próximos cuatro años, la mayoría provenientes de los presupuestos nacionales y 150.000 millones de deuda común. Tras ese aperitivo, en el que va a debatirse también el uso de parte de los fondos de cohesión en elementos relacionados con la defensa, llegará la gran batalla por el presupuesto multianual de la UE, que tendrá que incluir la defensa como uno de los grandes capítulos.

La carrera de rearme es parte de un nuevo enfoque europeo ante un momento particularmente convulso, en el que la amenaza rusa lo sobrevuela todo mientras Washington no solo mira hacia otro lado sino que se acerca a Moscú. “Estamos entrando en una nueva era”, sostuvo el miércoles el presidente francés, Emmanuel Macron, en un discurso televisado. Al líder del Elíseo, como a la mayoría, las medidas del plan de rearme le han sabido a poco. La Unión, dijo en una rueda de prensa en Bruselas ayer jueves, bien entrada la noche, tendrá que ir más allá para cumplir su objetivo de autonomía estratégica y necesitará financiación conjunta para salvar las enormes diferencias en la capacidad de los Gobiernos para pedir prestado.

Macron ha tomado —junto al Reino Unido— el liderazgo en la construcción de la arquitectura de seguridad para Ucrania tras la guerra, incluso sugiriendo el envío de tropas sobre el terreno. Y se ha mostrado dispuesto a abrir el debate para extender el paraguas nuclear francés a sus socios europeos. Una idea que, de forma inédita, había trasladado Alemania a París y Londres, el otro país europeo (fuera de la UE, pero dentro de la OTAN) con armas nucleares.

En la misma senda, en otro inédito cambio de rumbo avivado por los tiempos, Berlín, tradicional halcón fiscal, se dispone a disparar un bazuca fiscal que le permita rearmarse y desplegar gasto en infraestructuras sin límite. Y ha reclamado al Ejecutivo comunitario que esa cláusula de escape que va a activar durante cuatro años para que la inversión en defensa de los Estados miembros no cuente como endeudamiento en el pacto de estabilidad de la UE sea, mejor, una suerte de regla de oro, sin plazo. Un abordaje que han compartido otros socios.

Algunos como Tusk, los líderes nórdicos y los bálticos se resisten a asumir que Washington ha dejado sola a Europa y mantienen la esperanza de que revierta su viraje. Pero va avanzando la asunción de que Europa debe ir por su cuenta porque puede ser inminente que Trump retire el escudo de seguridad que presta a los europeos con tropas de la OTAN, disuasión nuclear y apoyo político y diplomático. El magnate republicano, que está incrementando su presión sobre Ucrania para que acceda a un acuerdo de paz con Rusia, manda cada vez más señales de que su compromiso con la Alianza Atlántica puede no ser total. Eso espolea el plan de rearme, que la Comisión Europea presentará, ya en formato de regulación, el 19 de marzo.

El desgarro con EE UU también aviva el plan para blindar Ucrania, pese al intento de bloqueo del primer ministro húngaro, el nacionalpopulista Viktor Orbán, cercano al Kremlin y considerado uno de los caballos de Troya de Trump en Europa, que se ha opuesto al gran proyecto de la UE para reforzar la protección del país invadido tras un posible acuerdo de paz. Un plan que abría la puerta, incluso, a un futuro despliegue de misiones civiles y militares para garantizar la seguridad de Ucrania frente a otra agresión rusa. El resto de socios, los otros 26 Estados miembros, han mostrado su respaldo sin fisuras a ese proyecto en un texto que pone los cimientos de las futuras garantías de seguridad para Kiev. Lo han hecho sin Hungría.

La arquitectura de seguridad europea para Ucrania, con tropas sobre el terreno y aviones en el aire, como dijo el primer ministro británico, Keir Starmer, va así tomando forma, aunque la mayoría de países europeos descartan aún participar si EE UU no se involucra de alguna forma en el despliegue. Los líderes debaten ahora, contra reloj, qué podrían aportar a esa posible “coalición de voluntarios” que se desplegaría en Ucrania. Algunos, como Italia, ya se han descartado. “No lo considero particularmente eficaz [el envío de tropas], y es muy complejo”, manifestó el jueves la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni.

Además, los líderes avanzan en un nuevo paquete de ayuda militar y financiera para Kiev, algo más acuciante ahora que Estados Unidos ha paralizado su ayuda militar y el suministro de información de inteligencia al país invadido. Sobre la mesa, un nuevo plan en forma de salvavidas militar de entre 20.000 y 30.000 millones de euros que se nutriría de contribuciones intergubernamentales. Una cifra que se sumaría a los más de 30.600 millones de euros que ya prometieron a Kiev para 2025.

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