“Ternura radical es ser crítico y amoroso, al mismo tiempo
(…) es entender cómo utilizar la fuerza como una caricia
(…) Es cargar el peso de otro cuerpo como si fuera tuyo
(…) es abrazar la fragilidad
(…) es creer en la arquitectura de los afectos
(…) Es tener visión periférica; creer en lo que no es visible
(…) Ternura radical es sentir la posibilidad en cada duda
Es dejarse atravesar por lo desconocido”.
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Este manifiesto, escrito por Dani D’Emilia y Daniel B. Chávez, dos pedagagxs y performers transfeministas, reconoce que la vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad sino de fortaleza, de potencia; es una forma de ver al otrx, a la otra y de darle su lugar situando los afectos y el respeto en el centro. En un mundo invadido de odio esto quizá suene a paradoja, a sinsentido, a quimera. Puede interpretarse como cursilería o reducirse a un oxímoron. Sin embargo, la ternura radical es un principio revolucionario, una postura política, una forma de militancia frente a la violencia y los abusos en el ejercicio del poder porque es “una forma antagónica de posicionarse ante los demás y el mundo” oponiéndose “a lo cruel, lo rígido y lo áspero”, .
En la administración del Estado y en la práctica de la política, la ternura radical podría entenderse desde la atención al cuidado y al respeto hacia la ciudadanía, que se contrapone al marketing político vacío, “que no ve, que no oye y que no siente al otro”. Dice Pagano que es a través del “abrazo a las diversidades” desde donde “se abraza la integridad del otro (…). Cuando la ternura es la base de esa construcción hay una forma real de encuentro y de acción, no como una forma cursi sino como un resultado militante y transformador”. Por eso, el desafío político dentro y fuera de las instituciones es poner en el centro a las personas, a la comunidad, con un casi sagrado respeto de las diferencias. “La urgencia de salir al encuentro con el otro” es más valiosa que formular planes, proyectos o programas desde un escritorio, añade Pagano.
Practicar la ternura radical en el ejercicio de la política, que también es un escenario laboral, no nos hace menos profesionales. Por el contrario, nos permite poner en valor las formas de cuidado y de asociatividad ancestrales que hemos desarrollado las mujeres por necesidad, históricamente circunscritas al ámbito del hogar y de la familia. Esas formas nos han permitido conservar ecosistemas ecológicos, culturales, sociales y afectivos por mencionar unos cuantos. Y también han sido compartidas por nuestros hermanos mayores. La antropóloga mapuche, Karla Nahuelpan, citada por Pariente, explica que “ahora se está empezando a ver el mundo como lo han visto siempre los pueblos originarios, quienes han puesto al centro el cuidado de la vida de todas las especies, y la ternura no como un símbolo de debilidad sino como forma de vivir la vida y de proteger lo que se quiere”.
Saia Vergara Jaime es artista e historiadora cartagenera. Doctora en Creatividad Aplicada. Viceministra de los patrimonios, las memorias y gobernanza cultural del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia.
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Source: elpais.com