Condenados a seguir huyendo en Gaza: “Israel quiere que no nos quede voluntad y nos rindamos”

El tractor que tira del remolque que lleva a la familia de Abu Mohammed Salout y sus pertenencias se detiene. Se ha quedado sin combustible. Trataban de huir de Jan Yunis, localidad del sur de la franja de Gaza, tras calificar el área como “peligrosa zona de combate”. Desesperado, Salout, mecánico de 62 años, llama a los vendedores de combustible en el mercado negro, con la esperanza de conseguir al menos tres litros de diésel, lo justo para llegar a la parte occidental de la ciudad con sus hijos, nietos y las pocas pertenencias que les quedan. Pero el combustible no aparece por ningún lado. Hasta hace poco, la rotonda de Bani Suhaila, donde se ha parado el tractor, estaba repleta de vendedores de combustible. Ahora, los comerciantes acaparan suministros, esperando que los precios se disparen a medida que la guerra se recrudece.

En pleno Ramadán, el mes sagrado de ayuno de los musulmanes, y acercándose ya la fiesta del Eid al Fitr, que pone fin a este pilar del islam, muchos gazatíes trataban de recuperar una sensación de normalidad. “Pero justo cuando empezamos a asentarnos, Israel nos obliga a huir de nuevo”, señala Salout. “Esta es la octava vez que nos desplazamos desde que comenzó la guerra”.

Este viaje es solo uno más de una serie de desplazamientos forzados que comenzaron en diciembre de 2023. Salout ha pasado semanas cambiando de refugio, a veces cerca del cementerio, en el oeste de Jan Yunis, a veces en el este, donde sus hijos casados buscaron cobijo. Cuando hace dos meses entró en vigor el alto el fuego temporal entre la milicia de Hamás e Israel, esta familia se atrevió a regresar a casa. Pero ahora, tras la oleada de ataques israelíes que el martes pusieron fin a la tregua, con más de 400 muertos en la Franja en un solo día, el ciclo del desplazamiento de Salout y los suyos se ha reanudado.

El martes, el ejército israelí emitió nuevas órdenes de evacuación para las ciudades de Khuza’a, Abasan al Kabira y Abasan al Jadida en el sur, así como para Beit Hanún, en el norte. Según la agencia humanitaria de la ONU, la OCHA, 19 barrios se vieron directamente afectados por las órdenes de evacuación, de los que 13 están en el norte de Gaza y seis en el este de Jan Yunis. Temiendo un bombardeo o una incursión terrestre inesperada, Salout se apresuró a poner a salvo a su familia una vez más.

Huir no es fácil. Incluso para aquellos que tienen la suerte de encontrar transporte, el precio es elevado: 250 dólares por un viaje corto dentro de la ciudad. Muchas familias optan por mudarse solo unos pocos kilómetros, con la esperanza de no tener que empezar de cero.

Abu Omar Mohieddin, padre de seis hijos, ha huido de Rafah, en el sur de Gaza, a una zona cercana en Jan Yunis, transportando todo lo que cabía en un tuk tuk. Viajó también con un pariente discapacitado, que sigue sentado en su silla de ruedas. No residía en un lugar afectado por las órdenes de desalojo israelíes, pero temía que esperar demasiado significara quedar atrapado bajo el bombardeo. “La última noche en Rafah fue un infierno”, relata. “Las llamas iluminaban la oscuridad y las explosiones venían de todas direcciones. Pensamos que seríamos los siguientes”.

Para él, la agonía del desplazamiento es preferible a esperar la muerte. “No queremos esta guerra. Solo queremos que se detenga, cueste lo que cueste”, continúa Mohieddin. “Israel mata a civiles sin dudarlo”.

Ella y su familia habían regresado a sus hogares en ruinas hacía tres meses, montando tiendas de campaña entre los escombros. Ahora, vuelven a estar en movimiento. “Israel quiere que huyamos hasta que no nos quede voluntad, para que nos rindamos y dejemos Gaza para siempre”, prosigue esta mujer.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró el martes que todas las futuras negociaciones sobre los rehenes israelíes no liberados aún por Hamás, motivo con el que justifica la actual ofensiva, se llevarán a cabo “bajo el fuego”. Culpó a Hamás de rechazar las propuestas de alto el fuego y prometió intensificar las operaciones militares. Hamás, a su vez, acusó a Israel de intentar dictar condiciones a través de la violencia.

Según el analista Thaer Abu Atiwa, con la escalada del conflicto y su coste en vidas civiles, Israel trata de presionar a Hamás para que acepte sus condiciones para un intercambio de prisioneros. “Netanyahu también está utilizando la guerra para reforzar su posición política, apaciguando a los ministros de extrema derecha Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir para mantener intacta su frágil coalición”, explica.

Aunque la tregua permitió la entrada de alimentos después de más de siete meses de cierre del paso fronterizo de Rafah, a través del cual entra la mayoría de los artículos, los grupos de derechos humanos y Hamás han afirmado que Israel mantenía el bloqueo de productos básicos vitales. Abu Atiwa también teme que los repetidos desplazamientos masivos formen parte de una estrategia deliberada. “El objetivo es hacer la vida imposible, empujar a la gente a la migración voluntaria, o forzada”, afirma. “Mientras este ciclo continúe, la presión para salir de Gaza no hará más que crecer”, dice.

Los habitantes de Gaza cuentan con pocas opciones: seguir moviéndose en busca de nuevos refugios, reconstruir sus viviendas o enfrentarse a las bombas allá donde están. “Esto no es vivir. Esto no es vida. Este estado constante de desplazamiento es la muerte en sí mismo”, concluye Salout con desesperación.

Este artículo se publicó en colaboración con Egab.

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