La pérdida del regate en el fútbol moderno: el driblaje cae un 21% en tres años

Vestido con un polo a rayas de manga larga, pantalón corto y mocasines. Johan Cruyff, con apenas siete años, fino como un palillo, da toques a un balón de cuero. Con el pie. Con la cabeza. También se anima a jugar un rondo o tirarle un caño a un amigo, mientras bordea la esquina de una carretera. Un coche y un scooter son testigos de la acción técnica. El entorno es idílico. Las aceras hacen acto de presencia. “Todo está en la calle. Allí es donde se descubre el fútbol, donde surge la pasión por este juego”, escribió el mito holandés en su libro, Fútbol. Mi filosofía.

Uno de ellos es la pérdida progresiva del juego en las calles: atmosfera históricamente configuradora del futbolista. No obstante, ahora ya no lo es tanto. Al menos, no como antes. Así lo entiende Javi Chica, hoy entrenador del Juvenil A del Espanyol, quien aún explica a sus jugadores las ventajas de haberse formado entre pistas de cemento y en las explanadas de los parques. Entre los olmos de Can Dragó, en Barcelona, regateaba a toda persona que se le interpusiera en el camino. “La gente fliparía, pero era así”, recuerda el exdefensa blanquiazul sobre su época de cadete y juvenil.

“La época de Guardiola confundió. Muchas veces a chicos de seis o siete años ya les dicen de jugar rápido y que no pueden tener mucho la pelota. A esas edades, cada uno es como es. Cuanto más pequeño para entender el juego, mejor. Pero tampoco hay que quitar la espontaneidad. Toda la vida el jugador sudamericano fue diferente y tuvo más eso que el europeo. Cada vez se ven menos jugadores así”, sentenció el propio Leo Messi en una entrevista con el periodista argentino Juan Pablo Varsky.

Así pues, el regate no solo se erige como uno de los mayores atractivos en la contemporaneidad del deporte rey, sino también como una vía de escape en sí misma. Un elemento diferenciador. Un resquicio, en forma de desborde, con el que poder abrir la puerta a la improvisación y cerrársela a lo preestablecido, determinado y metodológico. Adjetivos vinculados al “imperio de la táctica”, cuyo régimen gobierna desde las raíces del fútbol base, según Jorge Valdano.

Quizás, por eso, la calle es imperecedera al fútbol. Porque conecta a cualquiera de sus practicantes con la esencia más terrenal e indisociable del juego. Aquella relacionada con la creatividad y la imaginación. Con la improvisación y la genialidad. Con la pausa y el engaño. Una esencia que profesó Johan Cruyff —como tantos otros futbolistas y entrenadores— ya desde niño, mientras daba toques a un balón de cuero. El escenario, entonces, era el mismo para él, como puede ser ahora el mismo para todos: la calle. “Allí es donde se descubre el fútbol, donde surge la pasión por este juego”, escribió una vez El Flaco.

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