La UE encara el reto de responder a la “política predatoria” de Trump

Nuevo año, nuevo golpe sistémico que la UE tiene que encarar a toda prisa. La economía más abierta del mundo, la de la Unión, un grandísimo mercado de 450 millones, ve ahora cómo el mundo vira hacia el proteccionismo empujado por los Estados Unidos de Donald Trump con unas políticas que cada vez más voces tildan de “depredadoras”. “Esta Administración estadounidense está demostrando ser un régimen predatorio”, se lanza Mujtaba Rahman, “cuyo objetivo es desestabilizar la UE”. El director para Europa de la consultora geoestratégica Eurasia se alinea con la exministra española Arancha González Laya, que usa el mismo adjetivo, “predatorias”, para hablar de las nuevas políticas estadounidenses.

El mayor giro proteccionista en 80 años dado por la primera economía del mundo amenaza con ser un shock tan duro o más para la UE que lo fue la crisis financiera de la pasada década. La Unión no deja de ser, entre otras cosas, un entramado institucional armado en las últimas décadas para navegar en medio de la hiperglobalización que empezó con la caída del muro de Berlín: 76 acuerdos comerciales con sendos terceros países dan fe. Ahora toca adaptarse a esa nueva realidad que ha impuesto Trump de forma traumática. Y la respuesta no puede quedarse solo en la retorsión comercial inmediata —y necesaria para no ser visto como débil— sobre los mal llamados aranceles recíprocos de esta semana o en el debate de si se recurre al botón nuclear del instrumento anticoerción para aumentar el abanico de respuestas posibles.

“La arquitectura de la Unión está pensada para un mundo globalizado basado en reglas. Ahora necesita ser rehecha para un mundo regido por el poder y la fuerza”, subraya Hans Kribbe, fundador de Instituto Geopolítico de Bruselas. “La invasión rusa de Ucrania puso fin al periodo posterior a la Guerra Fría. Pero es probable que la revolución de Trump sea un cambio más radical. Nos devuelve directamente a 1945, poniendo fin a un orden económico, financiero y político que dominó el mundo durante 80 años. La invasión de Putin hizo añicos la ilusión europea de que el mundo entero, Rusia y China incluidas, acabaría integrándose en Occidente. Con Trump, la noción misma de Occidente ha dejado de tener sentido. A partir de ahora, todo va a ser diferente”, añade este investigador.

Para , “la guerra transatlántica encaja en un desenredo transatlántico más amplio como la defensa, con Ucrania y Groenlandia. Es significativa en la medida en que refuerza una tendencia existente”. “Pero a diferencia de la defensa, estamos mucho mejor situados en el comercio”, añade. El desequilibrio en la economía —dejando a un lado las tendencias de competitividad— no es igual al existente en seguridad y defensa. Estados Unidos representa un 15% del PIB mundial, un poco más que la UE y menos que China, cuando se mide en términos equivalentes.

Canadá lo tiene muy claro. Su nuevo primer ministro, Mark Carney, lo advirtió tras anunciar su respuesta este jueves: “El periodo de liderazgo económico mundial de Estados Unidos ha acabado. Si ellos no quieren liderar, Canadá lo hará”. Aunque en Ottawa se sabe que hace falta mucho más para construir esa alternativa, no solo comercial, también de seguridad, y su ministra de Defensa lo ha expresado este viernes en su visita a la sede de la OTAN: “La relación [con EE UU] nunca va a ser la misma y eso se lo digo a los europeos”. Toda una interpelación a asumir el golpe y superarlo para ir más allá.

Eso es lo que sugiere también el economista Marco Buti. “Esto es un shock mayor que la crisis financiera mundial o la pandemia. Con la crisis financiera tiene en común el detonante político, la covid fue un choque exógeno. Pero este shock, en cierto sentido, es aún más directo. Pone realmente en cuestión la esencia de la Unión Europea. Si a Trump y al vicepresidente J. D. Vance no les gusta la Unión Europea, no es por lo que hace, sino por lo que es”, explica Buti, con una larguísima trayectoria en altos cargos de la Comisión Europea.

Desde el Instituto Europeo de Florencia, donde ahora es profesor, Buti pide a Bruselas “una estrategia global porque esto es una amenaza global”. “Debe tener varios componentes coherentes entre sí. El primero es la respuesta inmediata a la parte estadounidense. El segundo es que tendrá que reconstruir el multilateralismo, pero de abajo arriba, no de arriba abajo como en Bretton Woods, buscando alianzas, libre comercio y acuerdos de libre inversión”, apunta, parando en este punto para decir que cree que la Comisión hasta ahora lo ha hecho bien. Se refiere a los pactos alcanzados en pocos meses con Mercosur, con México, con Suiza, el inicio de conversaciones con la India o la intensificación con Indonesia.

Esta última propuesta mira a la vieja receta de profundizar en el mercado único, de eliminar las trabas que todavía pesan sobre el mercado único, a lo que un estudio reciente del FMI da un gran potencial. Hace un ejercicio teórico por el que convierte las diferencias de regulaciones entre los 27, obstáculos administrativos entre diferentes países o la falta de una unión bancaria y de capitales en un índice equivalente a las tasas aduaneras. El resultado es que los aranceles sobre la industria suponen un 40% y los del sector servicios un 110%.

El ministro de Economía español, Carlos Cuerpo, no deja pasar la ocasión de recordar esos números para señalar hacia una de las respuestas de la UE a la sacudida trumpista: más integración como represalia ante quien desprecia a la UE. Se trata de ahondar en la receta que ya lideró Jacques Delors, el histórico presidente de la Comisión Europea entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa. En 1993 se creó el mercado único como respuesta a las heridas todavía abiertas de la crisis del petróleo y la inflación, y ante el nuevo orden geopolítico que suponía el desplome del bloque soviético.

“Si el pasado sirve de precedente, cuando nos mantenemos unidos y respondemos con determinación, por arte de magia se puede encontrar un acuerdo [con Estados Unidos]”, acaba esperanzada Tocci.

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