Hermanos en acogida separados: “Es romper un vínculo que puede ser su único sostén emocional”

La separación de los hermanos en acogida vulnera sus derechos y afecta a su bienestar emocional y a su desarrollo. Así lo denuncia Aldeas Infantiles SOS, organización de atención directa a la infancia, que reclama medidas urgentes para asegurar que los niños y adolescentes que están en el sistema de protección no se distancien. El informe Hermanos en acogimiento: Derecho a crecer siempre juntos, publicado por la entidad este lunes, expone la importancia de preservar los vínculos fraternales y denuncia la falta de datos oficiales sobre esta disgregación y su impacto.

La Ley de Protección Jurídica del Menor reconoce su derecho a no ser separado de sus hermanos en los casos en que una situación de desamparo lo obligue a ser ubicado fuera de su hogar. Establece que las relaciones fraternales no podrán impedirse sin causa justa. Esta disposición está respaldada por la Convención sobre los Derechos del Niño y las Directrices sobre las Modalidades Alternativas de Cuidado de los Niños, que subrayan la relevancia de evitar la separación y de garantizar el contacto, cuando no sea posible vivir en un mismo entorno.

En este caso, cuando hay varios hermanos y los pequeños son bebés, puede resultar difícil encontrar una familia que acoja a todo el grupo, por lo que la separación es probable. Es aquí donde Aldeas Infantiles SOS hace hincapié en la importancia de valorar el interés superior de los hermanos en la toma de decisiones.

“Cuando entré en el primer centro, la pequeña tenía un año y no estaba con nosotras. Eso de no estar con ella me afectaba mucho. La echaba de menos, me preocupaba por si estaría bien, me angustiaba mucho”, recuerda Fátima, la mayor de tres hermanas, que ahora tiene 19 años. Entonces, tenía 8. “Tiempo después, entramos las tres juntas en la misma casa. Así fue mucho mejor”, prosigue.

Mariam, una joven de 22 años que pudo crecer junto a su hermana pequeña en la Aldea Infantil SOS de San Lorenzo de El Escorial, en la comunidad de Madrid, cuenta que ella siempre ha sido su persona de referencia: “Es la primera a la que recurro cuando me ocurre algo y cuando necesito estar con alguien que me entienda. Separar a los niños en acogimiento es romper un vínculo que puede ser su único sostén emocional. Yo no me imagino mi vida sin ella, lo es todo para mí. Nos hemos ayudado a sanar, a avanzar y a construir una vida juntas”.

La ausencia de datos oficiales sobre el número de niños en el sistema de protección que han sido separados de sus hermanos impide conocer el alcance del problema y dificulta la adopción de medidas adecuadas para garantizar su bienestar. Así lo refiere Aldeas Infantiles SOS, que defiende el importante rol que desempeñan las relaciones fraternales en la resiliencia y la recuperación de los más pequeños, alejados de sus padres.

“Si hay que alejar a un niño de sus padres por razones de fuerza mayor, al menos, hay que garantizar que la fratría —el grupo de hermanos— no se separe”, recalca Mario Ramos, que ha desarrollado toda su carrera profesional en los servicios de protección a la infancia. Estas separaciones forzosas son una realidad en España, a pesar de que la legislación nacional e internacional reconoce su derecho a permanecer juntos.

“Juntos hacen una especie de tribu para superar lo que han vivido”, asegura Gemma Galán, técnica especializada en acogimiento. “No te puedes proyectar en el futuro si no sabes de dónde vienes y no tienes una identidad construida o un sentido de pertenencia”, añade Ramos.

“Es fundamental que los hermanos en acogimiento puedan crecer juntos porque están viviendo lo mismo que tú y te entienden como nadie”, asegura Lourdes, de 24 años, que estuvo en la Aldea Infantil SOS de Cuenca con sus dos hermanas, Mari y Rocío.

Estar juntas les daba fuerzas. “Veníamos de una situación complicada, con miedo, pero también con alivio por dejar atrás ciertas cosas”, cuenta tras recordar su llegada a la Aldea Infantil SOS. “Lo que me dio seguridad desde el principio fue saber que no nos iban a separar”, asegura.

Ya habían pasado por eso antes, cuando estuvieron medio año distanciadas, su hermana con su padre y ella con su madre. “Fue muy duro”, rememora. Por ello, en el primer centro en el que estuvieron desarrollaron su propia estrategia: “No respondíamos a nada si no estábamos juntas para que entendieran que no queríamos separarnos nunca más”.

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.