“Todos tenemos miedo”, dijo la semana pasada la senadora republicana por Alaska Liza Murkowski en un acto en Anchorage. “A menudo me siento muy ansiosa a la hora de alzar la voz, porque las represalias son reales”, explicó. Los políticos republicanos tienen miedo a manifestar sus discrepancias. Los empleados federales tienen miedo de ser despedidos. Los inmigrantes —especialmente si son venezolanos y tienen un tatuaje— tienen miedo a ser deportados sin garantías a sus países Las universidades tienen miedo de que les retiren los fondos. Los estudiantes extranjeros tienen miedo de perder sus visados. Las firmas de abogados tienen miedo de que las castiguen si no se doblegan. Las empresas tienen miedo de mantener sus políticas de diversidad, igualdad e inclusión. Los beneficiarios de prestaciones tienen miedo de quedarse sin ellas. Los medios tienen miedo de sufrir represalias. Las personas trans tienen miedo de ser discriminadas… Otro senador, el demócrata Cory Booker, recordó una cita de uno de los Padres Fundadores de Estados Unidos, Thomas Jefferson, el tercer presidente: “Cuando el pueblo tiene miedo del Gobierno, hay tiranía. Cuando el Gobierno teme al pueblo, hay libertad”.
Donald Trump está a punto de cumplir 100 días de su segundo mandato como presidente de Estados Unidos. El republicano regresó a la Casa Blanca con una agenda radical y una larga lista de enemigos. Ganó las elecciones del 5 de noviembre a la demócrata Kamala Harris con una diferencia de menos de 1,5 puntos porcentuales en el voto popular, pero una amplia ventaja en el Colegio Electoral. Su partido se hizo con la mayoría en las dos Cámaras del Congreso. El Tribunal Supremo, además, cuenta con una amplia mayoría conservadora.
Trump dijo en campaña que sería “dictador el primer día”. A punto de cumplir 100 días en el cargo, apenas ha firmado leyes aprobadas por el Congreso, pero ha dictado cerca de 140 decretos, muchos de ellos de dudosa constitucionalidad, con los que fuerza los límites de la autoridad presidencial y pone a prueba la resistencia del sistema democrático. Su deriva autoritaria ha puesto al país al borde de una crisis constitucional. Su errática política comercial ha lastrado la economía y ha detonado una crisis de proporciones mundiales. Sus ambiciones imperialistas y sus manotazos al tablero geopolítico han erosionado la confianza en EE UU de sus aliados.
Según una encuesta publicada este viernes por The New York Times, los adjetivos que mejor definen los primeros 100 días de Trump para los votantes son caótico (66%), aterrador (59%) y emocionante (42%). Su índice de aprobación, del 45%, según Gallup, es el más bajo en el primer trimestre de cualquier presidente desde la II Guerra Mundial… con la excepción de él mismo en su primer mandato.
Trump ganó las elecciones al capitalizar el descontento de la clase trabajadora con la inmigración irregular y la inflación. En cuanto a resultados, el desplome en la entrada de inmigrantes sin papeles es el mayor éxito de sus primeros 100 días, aunque las llegadas ya habían caído con fuerza en el último tramo del mandato de Joe Biden.
El salvadoreño Kilmar Abrego García, deportado por lo que el Gobierno de Trump reconoció que fue un “error administrativo”, pese a estar legalmente en el país, pero encarcelado desde entonces, se ha convertido en símbolo de esa arbitrariedad. Trump, sin embargo, ha preferido demonizar a Abrego que enmendar su error. Un juez federal afirmó que la Administración está llevando a cabo un “incumplimiento deliberado e intencionado” de las órdenes para facilitar el regreso de Abrego García. “No se trata solo de un hombre. La violación de sus derechos constitucionales por parte de la Administración es una amenaza para los derechos de todos”, sostiene el senador demócrata por Maryland Chris Van Hollen, que visitó a Abrego en El Salvador.
Este viernes, el FBI detuvo a una jueza, acusada por el Departamento de Justicia de obstaculizar la detención de un inmigrante que se hallaba en su juzgado, al dejarle salir por una puerta trasera. Que en ello había una intencionalidad política lo demostró la fiscal general, Pam Bondi, que amenazó a los jueces que protejan de la detención a inmigrantes: “Iremos a por ustedes y los procesaremos. Los encontraremos”. “Este es el rostro del fascismo”, replicó el senador Van Hollen.
Una docena de Estados demócratas alegan en una demanda que se ha extralimitado y violado la Constitución y la ley. “La política comercial nacional ahora depende de los caprichos del presidente en lugar del ejercicio legítimo de su autoridad”, afirman.
Trump ha ido cambiando los aranceles de un día para otro, aprobándolos, suspendiéndolos, elevándolos y reduciéndolos en ocasiones simplemente a través de un mensaje en sus redes sociales. En el tercer “Día de la Liberación” —el mandatario también bautizó así el día de su victoria electoral y el de su investidura—, lanzó una guerra comercial contra el mundo entero sin contar con aliados ni con una estrategia clara. Por eso, parchea y rectifica sus medidas cada dos por tres, con aranceles de quita y pon, aparentemente sin entender la complejidad de las cadenas de suministro actuales ni las implicaciones de sus medidas. El caos y la incertidumbre provocados por su errática actuación está frenando no solo la economía estadounidense, sino también la mundial.
Trump ha manifestado ansias imperialistas, asegurando que se hará con el control de Groenlandia y el Canal de Panamá y jugando con la idea de Ha puesto en duda su compromiso con la OTAN y se ha alineado con el presidente ruso, Vladímir Putin, para tratar de poner fin a la guerra de Ucrania con un acuerdo favorable a Moscú. Después de haber dicho más de 50 veces en campaña que acabaría con la guerra en 24 horas, la incapacidad para lograrlo en sus primeros 100 días le frustra especialmente. Tampoco en Gaza ha logrado parar la guerra.
Tras el boicot a sus coches y el desplome de los beneficios de Tesla, Musk ha decidido ir apartándose de sus tareas gubernamentales. Como regalo de semidespedida ha recibido el compromiso del Gobierno de Trump de que suavizará la regulación de la conducción autónoma. Las acciones de Tesla subieron un 10% y la fortuna de Musk aumentó en 18.000 millones de dólares este viernes tras el anuncio.
El Gobierno de Trump, repleto de multimillonarios, no parece entender el concepto de conflicto de intereses. El propio presidente ha ofrecido recibir en la Casa Blanca e invitar a una “cena privada e íntima” a quienes más inviertan en su memecoin, el $TRUMP, que se disparó con el anuncio, enriqueciendo a Trump. Días antes, el secretario del Tesoro,Scott Bessent, compartía a puerta cerrada con banqueros e inversores que los aranceles a China no eran sostenibles y Wall Street se disparaba.
Con un Partido Demócrata que sigue en estado de shock, han surgido focos de resistencia contra los abusos y arbitrariedades de Trump. Dos de ellos destacan sobre el resto: los jueces, especialmente en materia migratoria, y los mercados financieros, que han puesto coto a sus disparates económicos, obligando al presidente a recular parcialmente con los aranceles y a enterrar sus deseos de destituir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.
La cuenta atrás para el final del mandato aún marca 1.363 días, pero Trump ha fantaseado varias veces con la idea de presentarse para un tercer mandato, algo que una enmienda constitucional impide. Su tienda online vende por 50 dólares gorras con el lema Trump 2028, pero pide paciencia para las entregas “debido a la alta demanda”.
Pese a la actividad frenética del inicio de su segundo mandato, Trump ha encontrado tiempo para convertirse en el primer presidente que acude a la Super Bowl y a las 500 Millas de Daytona. Ha asistido también a varios torneos de lucha libre. Además, según el sito web trumpgolftrack.com, ha salido a jugar al golf en 24 de sus 100 primeros días.
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Source: elpais.com