Las reformas pendientes, el papel de las mujeres y el temor a un cisma: los problemas que se encontrará sobre la mesa el próximo papa

El gran dilema del cónclave ahora es hacia dónde ir, si seguir la huella de Francisco o corregir el rumbo, y quién será el encargado de hacerlo. A continuación, los temas candentes que están sobre la mesa.

Francisco marcó la primera gran fractura simbólica con la tradición al dejar el apartamento del palacio apostólico, donde siempre han vivido los papas, e instalarse en la residencia de Santa Marta, un edificio moderno construido por Juan Pablo II dentro del Vaticano para alojar a los clérigos de paso y, sobre todo, a los cardenales en el cónclave. Esto causó desconcierto, porque tenía algo de acusatorio a sus predecesores, como si hubieran vivido en el lujo.

Una de las primeras decisiones del nuevo Papa será ya una señal: ¿volverá al palacio o seguirá fuera? Regresar puede tener algo de restauración, pero quizá también pueda considerar que es una fórmula que ha dado problemas o era muy personal de Bergoglio, adecuada solo para él.

Al principio, fue popular con decisiones anómalas y personales, ante un sistema anquilosado. Con el tiempo, muchos consideran que ha sido fuente de caos y chapuzas. Y empezó la resistencia y la rebelión interna, que también contribuyó a crear la sensación de que abría caminos pero no llegaba al final de ninguno. Creó un consejo de nueve cardenales, llamado C-9, para emprender grandes reformas, del que nunca se supo gran cosa. La reforma de la curia romana se reveló más lenta y difícil de lo previsto, tardó nueve años. Fue aprobada en marzo de 2022. Con un gobierno muy personal, desvirtuó la Secretaría de Estado e incluso la diplomacia perdió peso.

El caso de la pederastia también es significativo. Solo lo afrontó en serio a partir de 2018, tras el escándalo en Chile, conocer víctimas y comprobar que la información que le llegaba de los obispos estaba manipulada. Obligó a dimitir a toda la cúpula episcopal chilena, una decisión sin precedentes, radical. Pero que nunca volvió a repetirse, porque debería haber empezado a hacer lo mismo en varios países. Contra este escándalo ha aprobado nuevos reglamentos y ha tenido discursos impecables, pero luego cada obispo y cada orden ha seguido haciendo lo que le parecía.

Son innumerables las personas con las que el Papa hablaba por teléfono, sin filtros, cualquiera. Ha sido arrollador en el trato humano y en gestos muy efectivos a nivel popular. Volcó recursos y personal en los pobres, e incluso instaló duchas en la columnata de San Pedro para los sintecho. En 2019 envió a su limosnero, el cardenal Konrad Krajewski, a un edificio ocupado por 450 personas en el centro de Roma a pagar la deuda de 300.000 euros en facturas de la luz y el propio cardenal, con conocimientos de electricidad, hizo un apaño y restableció la corriente.

Ha sido un pontífice que se ha agachado a besar los pies de los jefes de las dos facciones rivales en Sudán del Sur, para que hicieran la paz, y ha lavado los pies de presidiarios e inmigrantes. Su última salida del Vaticano fue el Jueves Santo, a visitar a los presos de una cárcel de Roma. . Para todos los pobres, marginados y necesitados a los que ha ayudado, y que lo han visto como un milagro, la pregunta ahora es si llegará otro igual, o Francisco ha sido un espejismo.

No se habla mucho de ello, pero uno de los grandes problemas del Vaticano es muy terrenal, como el de otros Estados: está en números rojos (83 millones de euros en el último balance) y no sabe cómo va a pagar las pensiones, el déficit de su fondo está en torno a los 650 millones. Las iglesias de cada país cada vez mandan menos dinero, también las más potentes como Estados Unidos y Alemania. “Ha habido un bajón, en principio se atribuyó a la covid, pero no se ha recuperado, es estructural”, admite un funcionario vaticano.

Sanear las cuentas era otra de las grandes prioridades de Francisco, que creó una secretaría para la Economía (SPE) y nombró al cardenal australiano George Pell como nuevo prefecto de Asuntos Económicos, con plenos poderes para hacer limpieza. Empezó a poner orden en las caóticas cuentas vaticanas, con nuevos mecanismos de control y ha limpiado el IOR, el banco vaticano de legendaria mala fama y sonados escándalos, por sus cuentas secretas donde ha blanqueado dinero hasta la mafia. Pero es una batalla durísima, cada departamento es independiente y difícil de controlar.

Pell tuvo que dejar el cargo en 2019 por acusaciones de abusos, de las que luego fue absuelto, pero ya advirtió de que tenía enemigos que se oponían a las reformas. La historia del primer revisor general nombrado en el Vaticano, Libero Milone, es significativa. Llegó en 2015 y duró dos años, en medio de conspiraciones internas, hasta que el Papa perdió la confianza en él. “Algunas personas se preocuparon de que fuera a descubrir algo que no debía ver. Nos estábamos acercando demasiado a informaciones que querían que siguieran secretas, y así hicieron un montaje para eliminarme”, dijo en 2019 al Financial Times. En 2020 el Papa aprobó una nueva ley sobre adjudicaciones de contratos en el Vaticano, uno de los filones más pantanosos de las corruptelas internas, e intervino la Fábrica de San Pedro, el ente que se ocupa de la basílica vaticana.

El Papa pidió austeridad y recortó los salarios de los cardenales tres veces en los últimos años. Pero todo el esfuerzo de imagen recibió un duro golpe cuando estalló un escándalo de los de toda la vida, que se llevó por delante al cardenal Becciu, uno de sus hombres de confianza. Era el número tres de la secretaria de Estado y acabó condenado por fraude por un tribunal vaticano, caso sin precedentes para dar ejemplo. Es para preguntarse si otro papa se atreverá a llevar al banquillo a un cardenal, algo que escandalizó a muchos de ellos. La gestión económica, en todo caso, sigue en discusión y su sucesor sigue teniendo este reto sobre la mesa.

El cardenal australiano George Pell, que fue uno de sus hombres de confianza y acabó enfrentado con él, escribió en 2022, antes de morir, un informe anónimo distribuido a los cardenales en el que describía el pontificado como “una catástrofe”. Ese sector intentará por todos los medios dar un volantazo en el cónclave. En todo caso, muchos moderados creen que tras el vendaval de Bergoglio hace falta un periodo sin estridencias, de estabilidad.

Las conversaciones en el avión, largas y sin filtros, han incomodado a veces en la curia porque a veces se metía en charcos o era demasiado coloquial. Pero la gran novedad de Bergoglio han sido las entrevistas: nada menos que 277, hablando de todo. La primera a un medio español fue a EL PAÍS, en 2017. También ha publicado una docena de libros fruto de conversaciones con periodistas. Se ha roto un tabú y la comunicación sin barreras parece irreversible, pero habrá que ver si su sucesor es tan locuaz o se modera más.

Francisco chocó con Trump desde que llegó al poder en 2017, y ahora había vuelto a arremeter desde el primer momento contra él, condenando las deportaciones masivas de migrantes. Es un choque profundo, porque Bergoglio, desde una óptica del sur del mundo, no occidental, ha hecho una crítica radical al capitalismo y al modelo de consumo actual, a la depredación de los recursos del planeta y a la negación del cambio climático. Pero en EE UU se ha forjado estos años un mundo ultraconservador poderoso.

Además, 53 millones de católicos estadounidense tienen un arma decisiva: es el país que más dinero manda al Vaticano, un tercio del total que recibe. “El trumpismo está teniendo efectos profundos en la capacidad de la Iglesia para operar. El Vaticano necesita dinero, pero basta con mirar a Roma en los últimos años, donde ha ido a parar el dinero estratégico procedente de Estados Unidos: ciertas escuelas y universidades, ciertos think tanks, ciertos medios de comunicación. Tienen una idea de un proyecto católico conservador para las próximas décadas que ya está ahí”.

Francisco ha sido el primer papa que ha hablado de “desmasculinizar« y ha intentado dar un primer impulso a la presencia de la mujer en las estructuras vaticanas, una batalla en la que ha encontrado una gran resistencia. Se ha movido con mucha cautela, y solo al final de su mandato ha impuesto sus dos mayores logros: una monja, Raffaella Pertini, al frente del gobierno de la Ciudad del Vaticano, con casi 2.000 empleados; y sobre todo, Simona Brambilla, otra religiosa, como jefa de un dicasterio, los ministerios de la Santa Sede, puesto que siempre ha ocupado un cardenal. Este último nombramiento ha revuelto al sector conservador.

Es un camino abierto, un mundo de posibilidades, que el nuevo pontífice puede continuar u olvidar. Del mismo modo, parece aún muy lejano llegar a la ordenación de mujeres, si el primer tímido intento de permitir que sean diáconos enseguida se frenó, por no estar “maduro”.

Cómo decide llamarse un Papa es una decisión llena de connotaciones. Bergoglio eligió Francisco por su vida de pobreza y para los pobres. En este caso será muy significativo, en un cónclave que se debate entre seguir su camino o no: si, por ejemplo, su sucesor elige ser Francisco II estará todo clarísimo. Si cambia, otro nombre hará intuir otro programa.

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