A Donald Trump le gusta mucho ser presidente de Estados Unidos: le encantan la pompa, el boato, los halagos y la sensación de poder puro que rodean el cargo. Pero aún más que eso adora ser candidato: tener ante sí a masas enfervorecidas que le aplauden cada palabra, poder pronunciar cualquier promesa, por improbable que pueda sonar, sin que la realidad se la eche por tierra.
Encaja, por tanto, que vaya a celebrar sus primeros 100 días de mandato, el hito que se había marcado para poner en marcha la mayor parte de sus compromisos electorales —por ambiciosos que fueran o por muchas bofetadas que se dieran con la realidad—, con un mitin en las afueras de Detroit, cuna de la industria automovilística estadounidense, como si estuviera en plena campaña. El acto se ha convocado para este martes.
Es una manera de galvanizar a los suyos en un momento delicado, cuando las encuestas revelan una fuerte caída en su popularidad y ha comenzado a recibir reveses tras unas primeras semanas en que parecía que nadie se atrevía a toserle. La Universidad de Harvard, a la que amenaza con retirarle miles de millones de dólares en fondos federales, ha presentado una demanda contra él. Varios tribunales, incluido el Supremo, se han pronunciado de manera contraria a lo que él esperaba sobre algunas de sus propuestas. Un baño de multitudes, confía el presidente, puede ser una manera de romper la racha.
Y Míchigan es uno de los Estados bisagra que su rival demócrata Joe Biden ganó en 2020 y que Trump arrebató a los demócratas para proclamarse vencedor en las elecciones del pasado noviembre.
El hecho en sí de que conmemore sus 100 días de mandato con un mitin es algo poco común. Habitualmente los presidentes estadounidenses no dedican un acto específico a marcar la efeméride, algo que suele reservarse a las coberturas de los medios, que aprovechan la fecha para analizar la trayectoria seguida por la Casa Blanca de turno en sus primeros meses de mandato.
En opinión del encuestador, tiene que tener cuidado: “Si mantiene la comunicación como está ahora, acabará erosionando ese apoyo inicial a lo que intenta hacer. La gente estaba harta de Joe Biden, su predecesor, de la inacción, del silencio, de que no pasara nada. Así que cuando Trump desembarcó, contaba con una aprobación 11 puntos mayor que la desaprobación que recibía. Algo que no había tenido nunca en su primer mandato. Todo eso ahora ha desaparecido”, advierte Luntz.
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Source: elpais.com