Ocho estaciones de la línea de metro de Picadilly separan el Palacio de Buckingham del estadio del Arsenal. No es casual que la reina Isabel se mostrara secretamente devota del club de los cañones, amalgama de viejas tradiciones deportivas en el corazón de Londres, ciudad que, en muchos aspectos, sigue siendo una metrópoli. Toda la industria del balompié inglés y sus ramificaciones financieras en Arabia y Estados Unidos estaba representada en la tribuna del Emirates este martes. La visita del Paris Saint-Germain en la ida de la semifinal de la Champions fue el mayor reclamo de la temporada.
“Ya he dicho muchas veces las sensaciones que transmite este equipo”, dijo Luis Enrique, sobre su insistencia en controlar los partidos desde la posesión y la defensa a matacaballo en campo contrario. “Puedes ganar o perder. Pero competimos en cada campo y buscamos llevar el partido a donde nosotros somos mejores”.
Luis Enrique habló en español después del partido, en una conferencia ofrecida ante un público predominantemente inglés y francés. Lo hizo con esa voz rota que llama la atención, y ese aire un tanto desafiante que tiene desconcertada a la audiencia internacional y que en España producía cierta resistencia. Él está convencido. Seguro de que solo hay un camino hacia la gloria, o hacia la nada, y es el suyo. El camino de Lucho. Lo dicen en el club las personas que informan a diario a los administradores y los dueños cataríes: el técnico se comporta “como si no tuviera nada que perder”. Como si ya se hubiera dejado la piel con la selección española, en aquella desventura que se cerró en el Mundial de 2022. El entrenador del PSG ha persuadido a todos sus futbolistas de que asumir los máximos riesgos dándole ritmo a la circulación del balón y defendiendo lejos de la portería es la única obligación que les impone. Los errores están perdonados si se cometen en la agonía total. Y para defender y atacar como lo hacen Vitinha, Kvaratskhelia, Neves o Fabian, distinguidos en el vértigo de dinamismo constante, es inevitable jugar con el ácido láctico disparado en la sangre.
La racha insólita sin perder ni un partido esta temporada en Ligue 1, como la victoria 0-1 en Londres, el triunfo en Anfield, también por 0-1, o el avasallamiento del City en París (4-2), advierten de la presencia de un fenómeno maravilloso. El PSG, hasta hace muy poco una sociedad marginal en las grandes competiciones de la UEFA, representante de una liga que se percibe como provinciana y sin fondo competitivo, se ha transformado en una fuerza que nadie parece capaz de parar y no tiene que ver exactamente con los más de 1.000 millones que lleva invertidos en la última década en futbolistas que este martes, en su inmensa mayoría, no estaban presentes. Pacho, Mendes, Vitinha, Neves, Fabián, Kvaratskhelia, Doue, Barcola, Zaïre y Ramos llevan entre tres meses y tres años en el club.
“El objetivo ahora es ganar el siguiente partido”, avisó Luis Enrique. “No hay que especular nada porque en un segundo te marcan un gol en una acción aislada y te igualan la eliminatoria. No nos hundimos cuando perdimos 0-1 con el Liverpool en casa y fuimos a Anfield a ganar el partido. Ahora tenemos que ganar el partido de París porque es muy posible que el Arsenal nos haga un gol. No tienen nada que perder”.
Inglaterra lo ha vuelto a comprobar. La hegemonía de la Premier esperaba una reacción por parte del Madrid, el Barcelona o el Bayern. Pero el desafío más grande viene de París.
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
Source: elpais.com