La noche en que el diputado laborista Mike Amesbury, de 55 años, visiblemente borracho, derribó en la calle de un puñetazo al ciudadano Paul Fellows, de 45, y siguió golpeándole hasta cinco veces más cuando ya estaba en el suelo, difícilmente podía imaginar que alguno de esos derechazos pudiera acabar, seis meses más tarde, en el estómago del primer ministro, Keir Starmer.
Amesbury fue sentenciado a 10 semanas de prisión, y su condena provocó lo que en la jerga política británica se llama una by-election, algo así como una elección parcial. Los votantes de la circunscripción de Runcorn y Helsby, a la que representaba el diputado, acuden de nuevo a las urnas este jueves.
Esta particular votación se sumará a las elecciones locales que se celebrarán en parte de Inglaterra ese mismo día. Son los primeros comicios . Tradicionalmente, son una oportunidad para que los electores se desahoguen, castiguen poco o mucho al partido en el Gobierno e insuflen algo de vida a opciones como los verdes o los liberales-demócratas.
“Estas elecciones son el primer test al que se enfrentan los tres protagonistas políticos. Es la primera prueba electoral para el primer ministro desde que ganó las elecciones en julio del año pasado; es el primer desafío ante las urnas de Kemi Badenoch como líder del Partido Conservador; y aunque Nigel Farage [líder del partido populista Reform UK] lleva ya muchos años en política, también se trata del primer ensayo real para comprobar qué tienen de cierto esas increíbles encuestas que afirman que su partido sería hoy el más votado en el Reino Unido. Estas elecciones podrían ser el primer paso en un giro fundamental de la política británica”, explica Sara B. Holbolt, profesora del Departamento de Gobierno de la London School of Economics.
El populista Farage, que huele el desencanto de los habitantes con el actual Gobierno, ha visitado ya tres veces Runcorn durante la campaña. Es el caldo de cultivo perfecto para su discurso: la ciudad ha vivido con nervios y tensión la llegada de un grupo de inmigrantes al Hotel Daresbury Park, donde el Ministerio del Interior los ha tenido alojados durante meses.
“Le están quitando el dinero a todo el mundo: a los pensionistas y a personas que han trabajado toda su vida. Y para dárselo a todos estos inmigrantes ilegales. Tienes a tipos que han estado en el ejército y han servido a su país, y ahora están durmiendo en la calle. Deberían cuidar a esa gente. Cuando veo que dan una casa a uno de estos inmigrantes en vez de a ellos, me enfurece”, dice un vecino desocupado, con tatuajes hasta el cuello, que no para de protestar, pero se niega a dar su nombre al periodista.
“Llevo 27 años viviendo en mi casa, y es la primera vez que han llamado a la puerta para pedir mi voto. Los laboristas, los conservadores y la gente de Reform UK”, dice una de las clientas de la peluquería del centro comercial, que ha ido a hacerse las mechas y charla junto con otras cinco mujeres. “Esta zona lleva tanto tiempo siendo laborista que dan por descontado nuestro voto, y se van a llevar una sorpresa. No es que me guste Reform UK, pero creo que mucha gente va a darles su apoyo simplemente como castigo”, dice.
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Source: elpais.com