La diferencia, en cualquier caso, radica en la precocidad. Mientras la Pulga llegó a los 100 partidos con el Barça a los 20 años y 248 días, Lamine lo hizo con apenas 17 años y 271 días.
Sin embargo, la alegría por su centenario tuvo un dejo de amargura para Lamine: el 3-3 contra el Inter, en la ida de la semifinal de la Champions League. Y el canterano, por auténtico o descarado, no lo ocultó: con el gesto serio posó junto a sus compañeros después de que el capitán Ter Stegen le entregara la camiseta con el dorsal 100. “Confío mucho en mi equipo, pero hay que ganar partidos como este. En la vuelta lo daremos todo y pasaremos”, destacó Lamine, ya más tranquilo, cuando habló para las televisiones con derechos.
Valiente y desprejuiciado, esencialmente atrevido y despreocupado, en el club azulgrana son más directos a la hora de definir la personalidad irreverente de Lamine: “Tiene unos cojones…”.
Pero el Barcelona dejó de lamentar el pasado o de intentar revivirlo con Messi en la plantilla. La receta estaba en una fórmula inesperada: la sabiduría de un técnico etiquetado de gestor y que no sabía hablar castellano y la de un chaval de 17 años.
Flick ha inyectado optimismo en el equipo, mientras que Lamine ha contagiado su desparpajo, y evidentemente, su talento. En definitiva, la ambición y el atrevimiento de Lamine, lo que en la entidad azulgrana se conoce como “sus cojones”, despertaron a una plantilla que no recibió más incorporaciones que la de Olmo (se ha perdido 20 partidos por lesión), Pau Víctor, y la de un preparador físico: Julio Tous.
Koundé, nueva baja
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Source: elpais.com