de 69 años, es desde este jueves el primer papa estadounidense, un agustino conciliador, tímido y de trato humilde que la Iglesia sitúa en primera línea ante la polarización de Donald Trump y la deriva política populista en Estados Unidos y en el mundo. Sus primeras palabras han sido una llamada a la paz, ante una multitud que no sabía muy bien a quién tenía delante, pues es un gran desconocido: “La paz sea con todos vosotros”. Supone el triunfo de la continuidad del legado de Francisco.
Este hombre que también tiene la nacionalidad peruana era el gran candidato en la sombra del sector más progresista, pero con más apoyos en muchas direcciones, por su perfil pragmático y de centro. Ofrecía garantías a los conservadores de solidez de gobierno y estabilidad doctrinal, es un Papa tranquilo con la misión de aplacar los ánimos en la fuerte división con la que la Iglesia ha llegado a este cónclave. Prevost ha pasado décadas vinculado a Perú como obispo, por lo que conjuga un perfil de norte y sur, una vía intermedia tras Francisco, que era argentino, sin salir de América. Su padre era de origen italiano y su madre, de ascendencia española, y en su casa se comían platos de la cocina ibérica. En su discurso ha dicho algunas palabras en español y ha recordado su diócesis peruana, Chiclayo.
Durante el sínodo, mostró habilidad de mediación en el delicado enfrentamiento del Vaticano con la Iglesia alemana, la más progresista del mundo católico, que empujaba por reformas más ambiciosas. En la Iglesia estadounidense, también muy polarizada en la era Trump, es alguien capaz de conciliar los dos bandos.
De perfil muy bajo estos días, Prevost ha declinado amablemente todas las entrevistas, también a este periódico, y la prueba de que había mucho trabajo oculto para recabar apoyos en torno a él es que ha sido elegido en un cónclave muy rápido. Más adelante saldrá a la luz la reconstrucción de lo ocurrido, pero es probable que en los dos primeros escrutinios quedara claro que el gran favorito, Pietro Parolin, no podía crecer en votos.
Nacido en Chicago de padres con ascendencia española e italiana, con 30 años fue enviado a Perú, en 1985, y ha desarrollado allí gran parte de su vida pastoral, e incluso fue vicepresidente segundo de la conferencia episcopal peruana. Francisco le hizo en 2015 obispo de Chiclayo, ciudad peruana que el nuevo Papa ha citado en su primer discurso. Es una diócesis pobre, llena de problemas sociales y donde ha conocido, desde el origen, el drama de la inmigración hacia Estados Unidos. En este sentido, es el puente entre el norte rico y el sur pobre.
Por otra parte, Prevost ha colaborado activamente para ayudar a las víctimas del escándalo del Sodalicio de Vida Cristiana, poderoso grupo ultracatólico peruano que finalmente fue disuelto por el papa Francisco este año. Prevost ayudó a los periodistas que destaparon el caso a reunirse con Francisco para informarle de primera mano.
El nuevo Papa fue nombrado cardenal en 2023. Francisco ya lo había señalado, en uno de esos gestos que delatan cierta predilección, al llevarlo a Roma como prefecto del potente Dicasterio para los Obispos. Es un puesto clave en el que se designan los jefes de las diócesis de todo el mundo y donde ha rejuvenecido cientos de cargos con prelados fieles a la línea de Francisco, pastores “que huelen a oveja”. Al haber nombrado a todos los nuevos obispos en los últimos dos años y medio, se ha dado a conocer en muchos países, una ventaja decisiva en el cónclave. Bergoglio lo había conocido años atrás a través del cardenal jesuita peruano Ricardo Barreto, y también tuvo contacto con él en su viaje a Perú en 2018.
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Source: elpais.com