La mayoría de las ciudadanas saben qué se siente al volver sola a casa de madrugada o al pasar por una calle estrecha y poco iluminada. Muchas también conocen la sensación de no llegar a tiempo a una cita, mientras empujan un carrito de bebé, cargan las bolsas de la compra y sortean cientos de obstáculos por el camino. Las urbes no se han pensado para ellas, la desigualdad se esconde en las baldosas y entorpece la participación femenina en el espacio público. Por ello, cobra cada vez más fuerza el urbanismo con perspectiva de género, cuya pionera en España, la arquitecta Inés Sánchez de Madariaga, insiste “en que los hombres y las mujeres hacen usos distintos de la ciudad”.
La población femenina continúa con el sustento de los cuidados de pequeños, enfermos y ancianos. Hay más de 1,3 millones de mujeres que se encargan de personas mayores de seis años con alguna discapacidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística actualizados a marzo de 2024. Las madres suponen el 8,97% de las cuidadoras, los padres el 1,62%; las hijas el 25,56% y los descendientes el 12,56%. Ellas siempre multiplican las cifras, como en las tareas del hogar, pero participan de forma cada vez más similar a los varones en la vida laboral.
Esto se traduce en que se mueven más que ellos por los distintos puntos de las localidades, como el hospital, el centro de día, el supermercado, la guardería o la oficina. Atraviesan grandes distancias que les restan tiempo de descanso. Sin embargo, solo alrededor del 30% de las mujeres posee un vehículo propio, según la Unión Española de Entidades Aseguradoras. Tienen menor poder adquisitivo y son las principales usuarias del transporte público.
“Necesitan infraestructuras adecuadas para poder llegar a todo con facilidad”, insiste la arquitecta con la esperanza de que un incremento de la comodidad favorezca también un reparto más equitativo de las tareas. Los hombres suelen desplazarse más de casa al trabajo y a sus actividades lúdicas. Los recorridos de ambos son muy distintos.
La idea de ciudad de 15 minutos, contemplada en este tipo de urbanismo, implica que los residentes puedan acceder a los servicios esenciales en un máximo de un cuarto de hora a pie, en bicicleta o en transporte público desde sus hogares, según explica la arquitecta Verónica Benedet, que realiza proyectos feministas.
Marta Ezquerecocha, doctoranda en la Universidad de Deusto y analista de políticas urbanas con perspectiva de género, defiende la necesidad de cuestionar las ciudades construidas tradicionalmente con perspectivas androcéntricas y capitalistas, pensadas en la productividad y no en la calidad de vida. “Se nos quiso relegar del espacio público y necesitamos recuperar nuestra propia autonomía en las calles”, reivindica.
Descubrió la asignatura Mujeres en la arquitectura cuando cursó un máster en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, en 1989. Quedó prendada y al volver a España, en 1995, no dudó en trabajar sobre ello. “Los departamentos de urbanismo estaban muy masculinizados. Para ellos esto era como si les hablasen en chino, algo totalmente ajeno”, recuerda.
La accesibilidad y la seguridad son los pilares principales del urbanismo con perspectiva de género. Con todo, Sánchez de Madariaga insiste en que las ciudades españolas son muy seguras. “Cuando nosotras detectamos que un lugar es peligroso dejamos de acudir, nos autocensuramos. Por ello, el diseño y la planificación tiene que contribuir a reducir tanto la percepción de desprotección como la inseguridad real de los espacios”, explica.
Ezquerecocha comenta que hay autonomías que implementan muy buenas prácticas. País Vasco es pionera en la materia. En los años noventa, grupos urbanos de mujeres elaboraron “mapas de la ciudad prohibida” para señalar los puntos críticos que provocaban inseguridad. En 2016 incorporó la perspectiva de género a las políticas urbanísticas y financió a los ayuntamientos como Irún o Astigarraga para que llevasen a cabo medidas.
Actualmente, Bilbao trabaja en los “caminos escolares”, una iniciativa que busca que los niños puedan ir a los centros educativos de forma autónoma y segura. En 2020 Vitoria elaboró un plan de movilidad sostenible con el autobús eléctrico, conectando las zonas periféricas de la ciudad.
Barcelona es otro buen ejemplo, implementó el concepto supermanzana. Consiste en el cierre perimetral al tráfico rodado de varias calles para reducir la presencia de vehículos motorizados y priorizar el uso peatonal del espacio y las zonas verdes. Cuenta con una consultoría de urbanismo feminista, Col·lectiu Punt 6, que recibió varios premios.
Sin embargo, el Ayuntamiento de Alcorcón ha empezado a emprender iniciativas. “Les hemos dicho a los promotores que tienen que ponerse las gafas violetas para que nuestras vecinas se empoderen en la calle y, en general, se lo han tomado bien”, comenta la coordinadora general de Agenda Urbana de la localidad, Eulalia Moreno de Acevedo.
Quiere evitar la dispersión de los servicios y fomentar ludotecas y centros de día. Trabaja con la cátedra UNESCO en materia de género para peatonalizar y garantizar la visión a más de 10 metros. También con ONU Hábitat en un proyecto piloto llamado Ciudades que se superan.
Moreno de Acevedo pretende eliminar también los callejones sin salida y los recovecos urbanos. En dos meses empezará a elaborar “mapas de puntos negros” de la ciudad: “Al igual que hay que llevar la fibra óptica a los sitios, también hay que trasladar la perspectiva de género”.
Benedet añade que esta realidad debe, además, estar presente dentro de los hogares. En 2022 el País Vasco aprobó un decreto de condiciones mínimas de habitabilidad con una guía de buenas prácticas igualitarias en las viviendas.
En las casas españolas cuesta ver espacios específicos para almacenar, tender o lavar la ropa, lo que obliga a hacer malabares. Ezquerecocha tiene claro que construir con perspectiva de género es el futuro: “Nos enfrentamos a una ola reaccionaria. Por ello, nuestra labor debe continuar con más fuerza”.
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Source: elpais.com