En España se ha construido mucho en zonas inundables y de alto riesgo, pero hay una edificación emblemática para la que parece difícil haber escogido una ubicación peor: la estación internacional de Canfranc, en Huesca. A pocos kilómetros de la frontera con Francia, esta majestuosa obra modernista (reconvertida hoy en un hotel de lujo), con 150 puertas de acceso y unas 350 ventanas, se inauguró en 1928 bajo unas imponentes montañas pirenaicas y justo en la desembocadura de cinco peligrosos torrentes: Picauvé, Cargates, Epifanio, Borreguil de Samán y Estiviellas. Esta mala decisión obligó a llevar a cabo una gigantesca obra forestal de protección que, más de cien años después, ha cambiado por completo el paisaje y que ahora los ingenieros de montes reivindican para reclamar su papel en la prevención de crecidas catastróficas como la del barranco del Poyo.
Dos diques vacíos: ingenioso invento del español Benito Ayerbe, el promotor de este proyecto en 1911 para defender la Estación Internacional de Canfranc. Frenan los aludes sin colmatarse, pues tienen un gran agujero (mechinal) que deja pasar la nieve y las rocas arrastradas, quedando siempre vacíos.
Dique vacío con rastrillo: variante que incorpora una parte superior dentada para aumentar su resistencia a los aludes, aunque caigan muy seguidos. Modelos de José María Ayerbe, hijo de Pedro Ayerbe, primo de Benito, los tres insignes ingenieros de montes.
Restos de otro dique vacío posiblemente dañado por alud de 1984. Desagua justo a la caída donde se forma la cascada natural conocida como “cola de caballo”, hasta la que sube una ruta senderista desde Canfranc.
Puentes de nieve: plataformas horizontales sostenidas por caballetes o pilares en las que la nieve encuentra apoyo para no deslizarse. Destinados a suelos escarpados con mucha pendiente.
Otro dique vacío con rastrillo. Esta es la obra más grande realizada en España para frenar aludes de nieve y desprendimientos.
Además de estas construcciones, hoy hay otras defensas clave: los árboles. Antes de estas obras, en las laderas no había arbolado, ni casi maleza, por lo que los aludes se deslizaban sin encontrar obstáculos y las lluvias convertían los barrancos en un peligro por el que caían enormes rocas.
El decano es un estudioso de esta obra y, sobre todo, de su impulsor hace más de un siglo, el ingeniero aragonés Benito Ayerbe (1872-1917), que advirtió del gran riesgo que implicaba construir ahí la estación internacional. Al principio, no le tomaron muy en serio y le dieron pocos recursos para actuaciones de prevención, pero varios aludes en los inviernos de 1914-1915 y de 1915-1916 que destruyeron seis edificios lo cambiaron todo. Su proyecto consiguió un gigantesco presupuesto de un millón de pesetas al año.
“Los que hicieron esto fueron unos genios, se dio un presupuesto que era descomunal para la época y se innovó muchísimo”, comenta Eduardo Tolosana, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes de España, que defiende que para evitar inundaciones en la parte baja de los ríos resultan claves los árboles y este tipo de restauraciones en las cabeceras. “Esta es una obra muy emblemática por el momento que se hizo y por el peligro que había que corregir”, incide. “Dio para aprender mucho”.
Estas montañas pirenaicas tienen desniveles de más de mil metros y pendientes vertiginosas de más del 50%, son como toboganes en los que ni siquiera podían crecer los árboles, disparándose el peligro por la caída de nieve y enormes rocas. En aquellos años, no había soluciones para esto en los libros y Ayerbe tiene que inventarlas. En Francia, entonces, se colocaban diques para frenar las avenidas, pero estos se van llenando de bolos y sedimentos hasta colmatarse y convertirse en trampolines para los aludes. El ingeniero español crea lo que denomina diques vacíos: son muros con un gran agujero en medio (mechinal) que frenan la parte de arriba del alud —la que tiene más fuerza por no encontrar rozamiento del suelo—, pero dejan pasar la parte de abajo hasta vaciarse por completo. “Se le ocurre esto viendo cómo actúan los árboles caídos”, señala Pérez-Soba. “Estas obras son un ejemplo mayúsculo de creatividad basada en soluciones de la naturaleza”.
Para defender la estación internacional de los aludes, piedras y avenidas de agua, se lleva a cabo una reforestación masiva de las laderas y se colocan todo tipo de protecciones para contener los desprendimientos, el agua y la nieve. Un inventario realizado de forma reciente por el Gobierno de Aragón en estas montañas para la rehabilitación de estas defensas ha contabilizado 554 estructuras, entre diques, diques vacíos, muros, banquetas, puentes de nieve, cajones de nieve… Benito Ayerbe inventa algunas de estas soluciones (los diques vacíos, las banquetas de césped y los cajones de nieve) y comienza las obras, pero no las verá terminar, pues falleció de forma prematura antes de cumplir los 45 años. Continúan el proyecto los ingenieros Pedro Ayerbe, su primo, y Florentino Azpeitia.
Aunque estos paisajes pirenaicos son muy diferentes de los áridos torrentes mediterráneos donde se produjeron las brutales crecidas en octubre pasado, este ingeniero recuerda que el desastre del camping de Biescas de 1996, donde perdieron la vida 87 personas, también fue una avenida causada por una Dana. “En España hay muchos barrancos del Poyo”, recalca Pérez-Soba. “No tenemos intención de corregir todos los barrancos del país, pero si hay un problema aguas abajo, los ingenieros de montes sabemos cómo resolverlo aguas arriba, con soluciones basadas en la naturaleza”.
Tras la dana de Valencia, algunas voces insistieron mucho en la necesidad de «limpiar los cauces» para evitar estas catástrofes. Para el ingeniero Ignacio Pérez-Soba, “esto es de un simplismo atroz». «Si se limpia entiendo que es de basura o escombros, si lo que tienen los cauces es vegetación entonces no están sucios». Según el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes en Aragón, «la solución de convertir todos los cauces en canales es un desastre». «En lugar de frenar el agua, de esta forma se acelera. Las crecidas deben pararse en su parte forestal donde hay menos valores humanos que defender, ahí la vegetación de ribera desempeña un papel fundamental, actuando como dique vivo», insiste. «No hay que olvidar, además, que las riberas de los ríos son unos ecosistemas muy interesantes».
Source: elpais.com