La Liga va camino de acabar como la Copa y la Supercopa. El cuarto capítulo del clásico certificó que el Barça es mucho más equipo que el Madrid del solista Mbappé, autor de un triplete estéril que le sitúa como pichichi por delante de Lewandowski. El fútbol de los azulgrana se explica por sus goles, y cuenta hasta 16 en sus duelos contra los madridistas, siempre sometidos cuando han enfrentado a los mejores equipos del campeonato y de Europa. Necesita Florentino volver a empezar después que el Barça firmara el finiquito de Ancelotti. El partido confirmó de punta a punta el carácter irreductible y generoso del Barcelona. La visita del Madrid no fue ajena precisamente al vértigo y a la diversión que generan los partidos del plantel de Flick. La dolorosa derrota en Milán no afectó a la voracidad azulgrana en una jornada decisiva para la afirmación del Barça de Flick y también de Lamine.
El partido se jugó al ritmo que dispuso el Barça, , expuesto a los errores individuales, como el de Cubarsí y Szczesny en el penalti del 0-1, y colectivo en el 0-2, cuando la presión y la línea del fuera de juego fueron superadas por un pase con el exterior del pie de Vinicius y el tiro de Mbappé. La respuesta azulgrana fue tan inmediata como insostenible para un adversario que no atiende al compromiso ni a la defensa corporativa, entregado a sus individualidades, muy vulnerable sin la pelota, retratado y desestabilizado en cada desmarque y arrastre de Ferran. Al gol de Eric a la salida de un córner, siguió la rosca imparable de Lamine y dos tantos de Raphinha. Atacaba el Barça como el Grupo Salvaje en la película de Sam Peckinpah desde que dejó de quejarse al árbitro por la concesión de los dos goles del Madrid.
Aguardar a que el Barça se equivoque puede ser una temeridad para un equipo que concedía una ocasión en cada llegada por la falta de consistencia de los medios, de ayudas de los delanteros y de contundencia y sincronía de una zaga con hasta cinco lesionados por más solvente que sea Courtois. Los azulgrana, sin embargo, se confundieron con tanta superioridad como tenían en la cancha, dejaron de apretar y no afinaron ante Courtois. El Barça deja de ser el Barça cuando no corre y no sabe qué hacer, se regala una pausa, se esmera en el control, no remata la contienda —perdonaron Raphinha y Lamine— y se confía como pasó en el 4-3. Un error de Iñigo en el achique de espacios permitió que Modric conectara con Vinicius y su asistencia la culminara Mbappé, el punto final de un plantel interesado en la posesión con Brahim y Modric.
Flick midió tanto los cambios que prefirió a Christensen antes que a Araujo. La incertidumbre, sin embargo, se mantenía cada vez que el cuero enfocaba a Szczesny. Víctor Muñoz tuvo el empate en sus pies y el polaco evitó el cuarto de Mbappé. La intranquilidad azulgrana no se acabó hasta que el árbitro pitó el final después de anular un gol a cada equipo —Mbappé y Fermín—, señal de la locura de la tarde por la gracia del Barça. La ambición y la belleza se sobrepusieron a la fatiga y al dolor de San Siro. Los encuentros del Barça son un regalo cuando aumenta su ventaja a siete puntos y quedan tres partidos para acabar una Liga que se recordará por el espectacular nacimiento del Barcelona de Flick.
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Source: elpais.com