No jugó bien el Barcelona, que perdió cintura por las ausencias de Ferran y Cubarsí y liderazgo sin Iñigo Martínez y, a cambio, ganó contundencia porque regresaron Lewandowski y los dos centrales suplentes: Araujo y Christensen. El Espanyol atacó al dúo de zagueros nada más empezar el partido con una transición conducida y rematada por Urko después de la mediación de un buen centro de Antoniu Roca. La jugada definió el plan de partido del Espanyol: un juego muy intenso y compacto, con ayudas defensivas y rápidas transiciones que no facilitaban precisamente el repliegue de los zagueros del Barça, destensado y poco afilado, alejado de la versión deseada por Flick.
Aunque se esmeraban en la posesión, los azulgrana jugaban con demasiada parsimonia, pendientes de que Pedri y Olmo se activaran en los pases interiores, alejados del área contraria, hasta que un tiro de Lewandowski no cogió por poco la portería de Joan García. No estaba fino Lamine y en cambio Puado se estiraba y encaraba a Szczesny. El meta estuvo muy certero en una llegada franca del delantero del Espanyol, una vez dimitido Christensen, después de que el partido se detuviera durante unos minutos por un atropellamiento masivo en las afueras del RCDE Stadium. Algunos hinchas situados detrás de la portería de Joan García instaban a los aficionados a abandonar el estadio incluso después de que se reanudara la contienda a instancias de Soto Grado.
El público estaba más pendiente de las ocasiones del Espanyol que del dominio inocuo del Barcelona. Las salidas blanquiazules eran tan selectivas y calculadas como estériles resultaban las asociaciones de los azulgrana por más participativo que se mostrara Pedri, asistente de un desatinado Lamine. Había demasiado campo por cubrir a espaldas y por delante de los medios del Barça. Los muchachos de Flick estaban muy incómodos, superados en los duelos individuales y poco precisos, sin más referente que Lewandowski, especialmente activo y chutador ante Joan García. No había noticias por el contrario de Raphinha. Las contras del Espanyol, en cambio, eran muy exigentes porque no se ajustaba la línea del fuera de juego del Barça.
Los jugadores de la segunda línea, y especialmente los volantes, aprovechaban los espacios generados por Roberto Fernández y apuntaban con frecuencia a Szczesny. La actuación de los azulgrana era tan apocada y previsible, únicamente sostenidos por la laboriosidad de De Jong, que Flick tuvo que mover el banquillo en el descanso y apelar a futbolistas como Balde y más tarde Cubarsí por la lesión de Araujo. El Barça se agitó a partir de Eric y empezó a romper la línea de contención del Espanyol. Y entonces, después de ser reducido y aburrido por la marca de Romero, apareció Lamine. El extremo tomó la pelota en el costado derecho, tiró la diagonal hacia dentro y en la frontal del área remató de rosca a la escuadra derecha de Joan García.
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Source: elpais.com