No es Holanda, es Roma. Grada colorida, con muchos seguidores de naranja para arropar a su chico, el pelirrojo, su deidad, el robot que está de vuelta y que mide todos y cada uno de sus pelotazos, al igual que Alcaraz. Tenis control, mucho tanteo, poquito fuego. No permitir que otro tome la iniciativa y dejar lo mejor para el final, así es que ahí, a la resolución del primer set, es cuando ambos dan por fin una vuelta de tuerca y sueltan el freno de mano, aprietan más. Hasta ese instante, cálculo por una y otra parte y todo muy medido, muy anestesiado; sin desatarse lo más mínimo porque se acerca Roland Garros, a una semana vista, y la gran partida de ajedrez ya está en marcha. Setenta minutos de póquer en el Foro Itálico, en realidad.
Este no es el Sinner que dicta desde el fondo, ni tampoco el Alcaraz que compite a pecho descubierto. El murciano mantiene la línea de estos días —seriedad y más seriedad— y guerrea todo el rato comedido, templado, sin entrar en la zona de calor que tanto le gusta, pero con mucho sentido. Para otro día los fuegos artificiales. Inteligencia, se dice. En vez de buscar el cuerpo a cuerpo ralentiza, quita velocidad a la pelota y así el bombardero no puede encontrar ese ritmo que tanto le gusta, el de esa Thompson que descerraja más y más balazos en forma de barrido. No termina de estar del todo cómodo el italiano, quien va perdiendo lucidez conforme avanza el cronómetro, antes del desmorone definitivo. Han sido tres meses en la reserva y falta frescura de físico e ideas en el episodio final.
Alcaraz, en cambio, va creciendo poco a poco. Emana tranquilidad y construye desde el orden, con criterio, dándole altura a la pelota o cortando cuando lo considera más oportuno, como si supiera que el de enfrente va a quebrarse en un momento u otro. Se conocen ya de sobra. Por eso, no conviene bajar en ningún momento la guardia. Dentro del equilibrio, de esos 70 minutos de equidad, un par de bolas mal tocadas penalizan al español en un instante sumamente inoportuno, pero corrige de inmediato y salva el fuego; evita la doble opción del rival para llevarse la manga y al desempate, impone pegada y claridad: dos aces para empezar y línea recta hacia el premio. A Sinner, ya justo, se le funde definitivamente la bombilla. Se resquebraja. Se acabó la final.
El triunfo en Roma engrosa la superioridad de Alcaraz en los cruces con Sinner; ahora, 7-4 a su favor, con cuatro bingos consecutivos. Tres los firmó el curso pasado —Indian Wells, Roland Garros y Pekín— y este último desequilibra el pulso sobre tierra (2-1).
“Sé cómo jugarle a Jannik”, indicó. “Pero estoy seguro de que él irá a mejor, de que se sentirá mejor en Roland Garros”, continuó el ganador, al tiempo que la estadística revela que el italiano ha perdido nueve de los diez duelos que ha disputado contra top-5 en arena. Su consuelo fue la final de Umag (Croacia) en 2022, precisamente ante su gran rival.
Más allá de la victoria, el recorrido de Alcaraz a partir de Montecarlo —también de estreno en el palmarés— describe a un competidor muy sólido, capaz de voltear el escenario pese a los deslices que, ante Sinner, desaparecieron por completo. Ni un solo lapsus: “No he perdido la concentración”.
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Source: elpais.com