Bruselas exige a Estados Unidos que las negociaciones se basen “en la buena fe y no en las amenazas”

Spoke w @jamiesongreer & @howardlutnick. The EU’s fully engaged, committed to securing a deal that works for both. @EU_Commission remains ready to work in good faith. EU-US trade is unmatched & must be guided by mutual respect, not threats. We stand ready to defend our interests. pic.twitter.com/RfIo5K4aus

Desde algunos Estados miembros, después de conocer las declaraciones de Trump, se apunta que no es momento de perder los nervios y confían en que no sea más que una táctica negociadora. Una tesis que ha apuntalado el propio secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, en entrevistas televisadas después de las palabras de Trump.

Más allá de las amenazas, poca sorpresa podía causar el diagnóstico de Trump, porque en ambas capitales son muy conscientes de que las negociaciones ya no iban bien antes de que el inquilino de la Casa Blanca irrumpiera con estas. Él mismo lo ha aireado a los cuatro vientos: “Nuestras negociaciones con ellos [en referencia a la UE] no van a ninguna parte”. Esta actitud contrasta mucho con la que se mantiene en la capital comunitaria, donde incluso se aceptaría perder la batalla del relato si se llega a un acuerdo satisfactorio que consideren que beneficia a las dos partes. En esa definición no se incluye un pacto como el que logró el Reino Unido, algo que ya advirtieron varios ministros de Comercio de varios Estados miembros (Polonia y Suecia) en la última reunión del Consejo.

A diferencia del estilo de Trump, todo lo que rodea a estas negociaciones, desde el lado de la UE, se está llevando con discreción y mucho tacto. Las declaraciones públicas se atienen a un argumentario muy medido que ha cambiado muy poco en los últimos meses: abiertos a buscar una salida pactada que beneficie a las dos partes, aunque hay que estar listos para responder si no hay acuerdo. No obstante, entre la poca información que se cuela, sí que se sabe que ha habido muy pocos avances y que el tono de del tira y afloja apenas ha cambiado desde que comenzó.

Hay otra afirmación que no resulta difícil escuchar en Bruselas: “A este lado del Atlántico no se sabe qué quiere sacar Estados Unidos”. ¿Busca recaudar más para financiar sus rebajas de impuestos? ¿Quiere recuperar la industria estadounidense? Son preguntas que meses después de que Trump volviera a la Casa Blanca también evidencian el desconcierto que sigue provocando la ya no tan nueva Administración estadounidense en sus socios tradicionales. Estos tratan de seguir los parámetros habituales en relaciones internacionales y en negociaciones de este tipo, como la comercial. Enfrente se encuentran con un Gobierno con el que ha habido incluso problemas de interlocución, no tanto en los niveles políticos sino más en los técnicos.

A pesar de esto, en las últimas semanas, ambas partes han intercambiado papeles. No obstante, desde el lado europeo se observa una diferencia clara a cada lado de la mesa. Mientras unos, los que hablan por Bruselas, plantean una plataforma de negociación articulada en la que se atienden puntos sensibles y demandas estadounidenses; los otros se limitan a hacer demandas unilaterales con cierto aire de imposición.

De esas demandas, sin embargo, sí que pueden sacarse alguna conclusión acerca de las prioridades de Washington. Una de ellas es el impuesto a las grandes compañías digitales, lo que en España se conoce como tasa Google. Desde el primer día ha sido una de las grandes críticas de Trump y eso se ha trasladado a la mesa de negociación. En la UE, hay varios países que tienen un gravamen de este tipo, entre ellos España, Francia, Italia, Austria, Hungría, Portugal, Polonia y Grecia.

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