Este domingo se completó la última fase del acuerdo de intercambio de 1.000 prisioneros por bando que acordaron Ucrania y Rusia en sus negociaciones de hace 10 días en Estambul. Tras ello, el calendario del proceso de conversaciones de paz se queda en blanco. No hay más rondas previstas, ni plazos para nada. El único compromiso resultante de las negociaciones turcas, el de seguir hablando -quizá en la Santa Sede, según Trump-, no parece tener un impulso real detrás.
Que el canje de prisioneros concluyera apenas horas después de lo que Kiev ha descrito como el mayor ataque aéreo ruso desde el comienzo de la guerra hace tres años, que ha matado al menos a 13 personas, deja claro, por si quedaba alguna duda, que Moscú no tiene gana alguna de hacer concesiones. Desde luego, no de proclamar una tregua. Y la llamada de la semana pasada dejó claro a Putin que no le llegará ninguna presión estadounidense para que se detenga.
Tan locuaz en otras instancias, Trump había mantenido un estudiado silencio acerca de las acciones rusas, que solo interrumpió el viernes para anunciar el inicio del intercambio de rehenes. Zelenski le imploró este domingo que rompiera ese silencio. “La callada de Estados Unidos solo sirve para alentar a Putin”, escribió el presidente ucranio en su canal de Telegram. Finalmente, a última hora de la tarde y cuando regresaba a la Casa Blanca desde su club de golf en Bedminster (Nueva Jersey), a preguntas de los periodistas volvía a mostrarse crítico contra el presidente ruso: “no estoy contento con lo que Putin está haciendo. Está matando a mucha gente. No sé qué diablos le ha pasado”
“Le conozco desde hace mucho tiempo, siempre me he llevado bien con él, pero está disparando cohetes contra las ciudades y matando gente. Estamos en medio de conversaciones y lanza misiles contra Kiev y otras ciudades”, declaraba el presidente estadounidense. Preguntado si se plantearía imponer nuevas sanciones contra Moscú, respondía: “absolutamente”.
El inquilino del Kremlin está convencido de que el tiempo corre de su lado. Que son sus fuerzas las que van ganando, aunque sus avances se cuenten por centímetros y por centenares de bajas diarias. Y reclama que se atajen lo que define como “la raíz de las causas de la guerra”: para él, que considera a Ucrania un Estado inventado que debe ser parte de Rusia, eso equivale a deponer a Zelenski e instaurar en Kiev un gobierno títere de Moscú.
“Putin no está interesado en un alto el fuego o un acuerdo, sino en la victoria, entendida como la subyugación de Ucrania”, apunta Brian Taylor, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Siracusa. Esa posición se vio reforzada tras la larga llamada telefónica con Trump la semana pasada. Una conversación que encarnó las peores pesadillas en los círculos diplomáticos europeos.
“El presidente ruso ha encarado cero consecuencias por darle largas a Trump estos últimos cuatro meses, y por lo que Trump ha contado de la conversación, eso no ha cambiado ni un milímetro”, destaca Taylor.
Para Putin, todo fueron ventajas en la conversación. Desaparecen, al menos por el momento, las presiones estadounidenses, y las sanciones por parte de Washington están en veremos.
Tras su charla telefónica con Putin, Trump aseguró que no está aburrido de su papel mediador. La Casa Blanca también insiste en que no ha cambiado su posición. Matiza que Kiev sigue recibiendo armamento estadounidense y se le suministran repuestos y munición, aunque no se hayan aprobado nuevas remesas de equipamiento. La suavidad con que trata al presidente ruso, según la oficina presidencial, no es más que un intento de convencer para que se siente a negociar a un hombre que no quiere hacerlo.
Según él, Washington está “tratando de poner fin a una guerra costosa que ninguno de los bandos puede ganar”. “Rusia quiere lo que ahora mismo ni tiene ni tiene derecho a ello, y Ucrania quiere lo que no puede recuperar militarmente. Ese es el quid del problema”, agregaba.
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Source: elpais.com