Wirtz y Vitinha se cruzan en el lugar del crimen por un puesto en la final de la Nations League

Florian Wirtz tiene en vilo al fútbol alemán. Vitor Ferreira, Vitinha, es el jugador de moda en la industria del fútbol. Son imágenes especulares. Mediapuntas reconvertidos en centrocampistas. Hombres de cuerpo corriente que dominan la maestría del juego gracias a su pensamiento rápido y a su sentido de la solidaridad. Tienen unas cuantas cosas en común. Una de ellas es Múnich. Este martes (21.00 horas, La1) se cruzan en la capital de Baviera después de protagonizar dos noches escandalosas, por distintos motivos. Wirtz al frente de Alemania, Vitinha con el timón de Portugal, se enfrentan en la primera semifinal de la Liga de Naciones. Un día antes de que España y Francia decidan en Stuttgart la composición de la final del domingo.

La construcción del estadio de Frottmaning, llamado Allianz Arena, costó al Bayern 300 millones de euros a principios de siglo. La cifra bulle en la cabeza de la directiva bávara en estos días. Uli Hoeness y Karl Heinz Rummenigge, presidente y presidente honorario del club más rico de Alemania, llegaron a proyectar una ampliación de capital para reunir esa cantidad para poder fichar a Wirtz y pagarle el salario más alto de la Bundesliga. La operación estaba tan avanzada y se sentían tan seguros de su poder de persuasión, que el 10 de mayo citaron al muchacho en un hotel de Múnich y al cabo del encuentro Wirtz les dijo que no. No hay registros de una negativa más estrepitosa en la historia del Bayern, desde hace medio siglo, prácticamente un monopolio acaparador del talento alemán.

La secuencia de la cumbre con el muchacho de 22 años incluyó dos fases, según el periódico Süddeutsche Zeitung. Primero, una charla de una hora larga con Vincent Kompany, el entrenador, que acudió con un ordenador portátil a explicarle las bondades de su 4-2-3-1, y le advirtió que Kane como punta y Musiala como enganche obligarían a situarle por la izquierda, como falso extremo. A continuación, Wirtz se reunió con el director deportivo, Max Eberl, y con el consejo de supervisión que encabezaron Hoeness y Rummenigge. Les dijo que no se veía como falso extremo orillado a la izquierda en el esquema de Kompany, sino como interior capaz de influir en todo el campo, en el orden del 4-3-3 que le había prometido Arne Slot. Porque Wirtz, antes de ir a Múnich, había estado conversando con el entrenador del Liverpool en Melwood. La propuesta del holandés, que le invita a compartir los carriles centrales con Mac Allister, le entusiasma. Por si fuera poco, le avala el seleccionador alemán, Julian Nagelsmann.

Nagelsmann insinuó en Sky que aconsejó a Wirtz en favor de Liverpool: “Sería un gran paso. Allí puede jugar en su posición natural, en un gran ambiente, en un club fantástico”. Un detalle escabroso: Nagelsmann fue despedido del Bayern por los mismos dirigentes que quieren a Wirtz.

Wirtz alcanzó un acuerdo con el Liverpool. Falta que el Leverkusen acepte la oferta del Liverpool, la última, según el Bild, de 130 millones de euros, cantidad insólita en el club del Mersey. La negociación se prolonga en medio de un clima de confusión en Múnich, en donde el caso Wirtz revela cosas que el entorno sociomediático del Bayern se esfuerza por ocultar. La primera: que Kompany no puede desmantelar su 4-2-3-1 sin disgustar a Joshua Kimmich, el pivote que exige otro pivote a su lado, caudillo del vestuario y poder fáctico del club y de la selección.

Con Kimmich mosqueado y Musiala lesionado, Wirtz asume ahora la responsabilidad de sostener a Alemania frente a una Portugal desatada. Únicamente las estadísticas ofrecen motivo de confort al equipo local: Portugal no gana en Alemania desde 1986. Por lo demás, la selección de Roberto Martínez se presenta en tromba con el mejor mediocampo de Europa. Lo forman Silva, Neves, Bruno Fernandes y Vitinha, capitán general del PSG que el sábado pasado levantó la Champions en el mismo escenario al que ahora regresa.

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