Carlos Font es uno de los miles de profesores que están corrigiendo , cuyos resultados empiezan a conocerse este martes en las primeras comunidades autónomas. A título de impresión ―normalmente pasan meses hasta que se publican datos oficiales―, Font, que imparte Historia de España en un instituto público de Castellón, cree que las notas van a bajar, como casi todos los que están familiarizados con la nueva Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), inaugurada este año. “Antes, con estudiarse la mitad del temario, en que en nuestro caso abarca el siglo XIX y el XX, podían sacar un 10. Ahora, en cambio, tienen que haberse estudiado ambos, y por tanto es más difícil”. Hay que tener en cuenta, además, prosigue, la ortografía, cuya valoración se ha homogeneizado en toda España. En materias como la suya, que requieren escribir textos relativamente largos, el alumnado puede perder hasta un punto por las faltas. “Y eso también se va a notar, porque hasta ahora no podíamos quitar nada, aunque nos encontráramos con auténticas animaladas”, dice Font.
El endurecimiento de la penalización ortográfica puede tener un efecto significativo si se generaliza lo que está pasando por las manos de Teresa Martínez, correctora en Murcia de Lengua castellana y literatura. En esta asignatura ya se descontaban puntos por las faltas, pero con criterios distintos según la comunidad autónoma que ahora se han armonizado: la penalización máxima en castellano y otras lenguas cooficiales alcanza los dos puntos, y en caso de los idiomas extranjeros es de un punto y medio. “Me da pena, porque estoy viendo exámenes buenos, a los que no tengo más remedio que quitarles los dos puntos. Y es sobre todo por tildes. De vez en cuando ves faltas graves, pero la gran mayoría son de acentuación. Por cada falta, independientemente del tipo, les quitamos 0,25”.
La nueva PAU ha introducido preguntas de carácter competencial, en las que los estudiantes deben aplicar sus conocimientos, no solo reproducirlos. “La parte de literatura, en Murcia, ha cambiado radicalmente. Solían ser preguntas teóricas sobre historia de la literatura, pero este año les han puesto dos fragmentos literarios y las preguntas versaban sobre ellos. Por lo que estoy viendo, la teoría no la llevan mal, pero les cuesta aplicarla a un texto concreto. Aparte de que para un examen así creo que necesitarían más tiempo”, afirma Martínez. El Ministerio de Educación planteó aumentar de 90 a 105 minutos la duración de los ejercicios para compensar el enfoque competencial, pero las universidades se opusieron con argumentos de carácter logístico, y al final se han quedado como estaban.
Lo que no ha cambiado, afirma José Manuel Jiménez, coordinador del ejercicio de Filosofía en Jaén y director de instituto, es el estrés con el que parte de los chavales llegan a la Selectividad. “En la época del COU, a Medicina se entraba con un 8 sobre 10, y ya era una de las carreras que más nota pedían. El curso pasado, en cambio, se necesitaba más de un 13 sobre 14. La presión para los estudiantes que aspiran a entrar a la rama sanitaria, a ciertas ingenierías o a dobles grados como el de Matemáticas y Física, es muy alta también durante el Bachillerato, cuya media representa el 60% de la calificación de la fase obligatoria de la PAU (a la que sigue otra voluntaria, que es la que eleva de 10 a 14 la nota máxima que se puede alcanzar). “Muchos de estos estudiantes sufren durante el curso ataques de ansiedad. Y si les das un nueve y medio en un examen, se ponen a hiperventilar, porque no pueden sacar un nueve en una asignatura. Es una locura”. Las notas de corte, señala el docente, suben porque a pesar de haber aumentado la demanda, las plazas apenas lo han hecho en la universidad pública. Y en paralelo, agrega Jiménez, el número de universidades privadas no deja de crecer.
La mayor parte de los correctores de la Selectividad son profesores de secundaria, aunque también hay algunos de universidad. El trabajo es voluntario. Y la retribución ronda los 600 euros por vigilar y corregir en torno a un centenar de ejercicios, con pequeñas variaciones según los territorios. Ninguno, de la media docena de entrevistados para este artículo, dice hacerlo por dinero, sino por razones diversas. Entre ellas, según Carlos Font, mejorar como profesor de Bachillerato, o “ayudar a los alumnos”, como dice Carlos Javier Montejano, profesor de Lengua en Albacete.
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Source: elpais.com